Herederos de aquellos animales mitológicos del mundo clásico (centauros y gorgonas, quimeras y arpías, esfinges y unicornios) aunque con bastante menos literatura a sus espaldas, perviven también en la memoria colectiva del mundo rural seres fantásticos que, mucho más modestos que los citados, han poblado durante siglos las leyendas y cuentos de nuestros pueblos.
En esta amplia nómina de animales fabulosos encontramos más cerca de nosotros especies como el basilisco, el gambusino o gamusino, el murgaño o musgaño, la tarasca, el culebré, la alicántara, el eslabón, el ardacho, la bicha, el saetón o el liso, presente en la Sierra de Grazalema, como nos informa nuestro amigo Diego Mendoza. Todos ellos pican, muerden, adormecen o envenenan a sus víctimas. Así, por ejemplo, se dice en Extremadura que “si te pica un murgaño no vives un año”, y en la sierra de Madrid, se asegura que “si te pica un eslabón vas directo al panteón”.
De aquellos animalarios medievales, perdidos en los estantes del tiempo y del olvido, rescatamos hoy el mito del alicante: ¡cuidado que este también muerde y pica!
En 1985, preparando con Carlos Bel la Guía Naturalista de la Sierra Norte (1), oímos hablar por primera vez del alicante, un extraño animal en cuya pista nos puso nuestro amigo Adolfo Etchemendi, que por entonces trabajaba como maestro en Zahara. Desde el comienzo, nos fascinó aquel ser misterioso y enigmático que “habitaba” en el imaginario colectivo de los pueblos de la sierra, uno de los últimos representantes de esa zoología fantástica, a mitad de camino entre la leyenda y la realidad.
Poco tiempo después, en las proximidades de Arroyomolinos, tuvimos la suerte de encontrarnos una tarde con S. T., un pastor zahareño quién nos aportó curiosos datos y dichos sobre las creencias populares en torno al alicante, nos puso al tanto de los riesgos a los que quedábamos expuestos en un hipotético encuentro con aquel animal y completó la información que Adolfo nos había facilitado acerca de su fisonomía y de los lugares en los que habitaba. Desde entonces hemos seguido su pista por los rincones más abruptos y anfractuosos de la sierra y, cada vez que cruzamos por el interior de un bosque, o cuando caminamos por pedregales y riscos, cada vez que caminamos solos por lugares apartados y escondidos… nos sobrecoge el miedo a encontrarnos con el temido alicante.
Sobre este extraño animal se han publicado varios estudios entre los que destacamos el de José Gilabert Carrillo, “La alicántara, el alicante y el saetón” (2), una deliciosa investigación sobre animales de leyenda en nuestros montes, que recomendamos al lector curioso, y que nos ha sido muy útil para completar los datos que recogimos de primera mano en distintos lugares de la sierra de Cádiz. En la serranía de Grazalema y también en distintos lugares de Los Alcornocales, el imaginario popular, asocia al alicante, mayoritariamente, con un reptil. Es curioso como cazadores, pastores, y lugareños (normalmente personas mayores) afirmaban haberse tropezado en alguna ocasión con él. Y no es extraño que así sea, como veremos más adelante.
Algunos refranes serranos están dedicados a este curioso animal. Se dice por ejemplo que “si la víbora corriera y el alicante viera, nadie a la sierra fuera”, existiendo también la variante que afirma que “si el alicante viera y la víbora oyera, no habría hombre que al campo saliera”. Otro dicho, nos pone en la pista de que el alicante carece de patas: “si el alicante viera y corriera, nadie a la sierra fuera”. Entre las características físicas más destacadas de este animal, las diferentes descripciones parecen apuntar a una serie de rasgos que se resumen en: cuerpo alargado y cilíndrico, ápodo (o con patitas muy cortas), desplazamiento reptante, peludo (en la mayoría de los casos), dentado… y ciego. Su principal mecanismo de defensa es la picadura o mordedura que, según las distintas fuentes, puede llegar a ser venenosa y aún mortal. De ahí el dicho conocido en algunos pueblos de “si te pica un alicante, busca un cura que te cante”, o el que se conoce por otras provincias: “a quien le pica el alicante muere al instante”.
Como nuestros pacientes lectores ya habrán podido suponer, tras el mito del alicante, tras el halo de leyenda que rodea a esta peligrosa bicha, hay un animal real (o tal vez varios), deformado e idealizado en la soledad del monte, unas veces por la superstición y otras por el miedo. Entonces, ¿existe realmente el alicante?
El diccionario de la R.A.E. describe al alicante como “especie de víbora de siete a ocho decímetros de largo y de hocico remangado. Es muy venenosa y se cría en todo el mediodía de Europa”. Esta especie se identifica con la víbora hocicuda (Vipera latastei). Por su parte, el Larousse lo define como “víbora de unos 80 cm. de longitud, con un pequeño cuerno blando en el extremo del hocico. Tienen el cuerpo macizo y de color blanquecino, gris azulado o pardo, con manchas de colores vivos. Son muy venenosas y viven en el Sur de Europa. Especie Vipera latastei y V. ammodytes". Esta última especie es la conocida popularmente como víbora cornuda. Paz Martín Ferrero (3), en su Diccionario Rural sobre el habla de los pueblos de Cádiz, cita a la alicanta como “lución en Arcos, Olvera, Facinas, Castellar y otros lugares”, identificándola así con la especie Anguis fragilis un lagarto ápodo muy común en la provincia.
Distintas fuentes añaden a la lista de especies candidatas a desbancar al alicante de la zoología fantástica otros ofidios como la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) o la culebra de escalera (Rhinechis scalaris). No faltan tampoco los que consideran que esta feroz serpiente, esta peligrosa bicha, esta temible “culebra peluda”, no es un reptil sino un mamífero. El candidato a ser identificado con el alicante sería, según estas fuentes, el meloncillo (Herpestes ichneumon), tan común en nuestros montes. Un rasgo característico de esta mangosta es que las crías siguen a la madre en fila india, de modo que este tren de meloncillos, visto fugazmente entre la espesura del monte pueda parecerse a la “culebra gruesa y peluda” a la que aluden muchas descripciones populares referidas al alicante.
No nos resistimos a traer aquí el testimonio que sobre nuestro misterioso animal, aporta Mauricio González-Gordon, naturalista de gran prestigio, impulsor del Parque Nacional de Doñana y de la Sociedad Española de Ornitología. En uno de los capítulos del libro dedicado a W. H. Riddell, pintor y naturalista, cuenta González-Gordon (4) que cuando era apenas un joven, visitaba a Riddell en su Castillo de Arcos y, en sus conversaciones, no faltaban nunca las referencias a la caza, a los avistamientos de aves, y a los animales en general. Riddell estaba muy interesado en esas otras especies faunísticas que poblaban la imaginación de los pueblos serranos y así, señala González Gordon que en varias ocasiones dedicamos también ratos al animal legendario “Alicante”, del que tanto él, como yo habíamos oído hablar y que los hombres del campo describían como “culebra gruesa y peluda con dientes de gato, venenosa y muy peligrosa”.
"Ninguno de los que decían haber visto un “alicante” fueron capaces de “cobrarlo”, a pesar de llevar escopeta cuando lo vieron reptando en el monte bajo. El no disparar lo atribuían a haber quedado “abobados”. Riddell decidió ofrecer, y así creo que lo hizo, la cantidad de cincuenta libras esterlinas a quien le trajera un “alicante”, vivo o muerto. Me explicaba que él creía que lo que en aquellos tiempos se consideraba una culebra gruesa y peluda era sencillamente una familia de Meloncillos, caminando en fila india, enganchados unos a otros para no perderse, como es costumbre en ciertos animales de monte bajo y espeso…
Recientemente he comentado el asunto con Miguel Delibes y cree, como Riddell, que el mítico “alicante” debe haber surgido de esta costumbre de ciertos animales, como los meloncillos, de andar con las crías en fila india y si en alguna ocasión se les disparaba se rompía en “trozos” que desaparecían en distintas direcciones desconcertando al cazador que huía del lugar.” Curiosa explicación de estos reputados naturalistas que ponen luz en el mito del alicante.
Pese a todo, cuando caminamos por parajes solitarios de la sierra, cuando nos adentramos en un bosque cerrado o paseamos por el monte, nos parece sentir la cercanía de este fantástico animal. Entonces recordamos las palabras de Riddell y, con una sonrisa, seguimos nuestro camino confiando en que, pese a todo, el mito y la leyenda del alicante no se pierdan
Para saber más:
-(1)Bel Ortega, Carlos y García Lázaro, Agustín (1990): La Sierra Norte. Guías naturalistas de la Provincia de Cádiz. Diputación Provincial de Cádiz. Pgs. 73 y 101.
-2)Gilabert Carrillo, J.: La alicántara, el alicante y el saetón, 2008.
http://www.lacasadelarbol.es/4AAS.pdf
-(3)Martín Ferrero, Paz.: El Habla de los pueblos de Cádiz. Diccionario Rural. Quorum Libros Editores, Cádiz, 1999
-4)VV.AA.: W.H. Riddell. Pintor y Naturalista 1880-1946. Caja San Fernando, Diputación de Cádiz y Asociación de amigos del parque Natural de los Alcornocales. 2002. Pg. 21-23
Nota de la Redacción: agradecemos sinceramente a J. y A. García Lázaro el permiso para difundir su artículo, originalmente publicado en
entornoajerez.com.