Un día como hoy, 29 de abril del año 1979, tenía lugar uno
de los sucesos relacionados con el misterio más extraños que han ocurrido en
nuestro país. Mientras el fenómeno del chupacabras se extendía poco a poco por
Latinoamérica, en España una serie de sucesos similares se desarrollaba de
forma paralela y ajena a cuanto sucedía con su hermano americano.
Recordemos que desde los casos del bautizado en Puerto Rico como
el Vampiro de Moca -en 1975- hasta el
resurgir del asunto en 1994, el continente americano se había mantenido casi en
calma en cuanto a ataques protagonizados por este singular chupasangre. Es como
si nuestro protagonista hubiera decidido probar fortuna en otras tierras y
saltar el charco para aterrizar en...
¡las islas Canarias!
Sin temor a equivocarnos, en 1979 se produjo una oleada de
extraños y violentos ataques que tuvieron como epicentro la isla de Tenerife.
Sólo cuatro años después de los sucesos ocurridos en Moca y mucho antes de su
difusión por parte de la prensa internacional, el chupacabras hizo acto de
presencia en suelo canario.
El 29 de abril de 1979, un empleado de seguridad de una
fábrica de materiales de construcción situada en Taco, Tenerife, se encuentra que
–hacia las 11 de la mañana- uno de sus perros de raza pastor alemán está
muerto. El animal aparece junto a un viejo coche abandonado, a más de 20 metros
de donde suele estar atado y sin su collar, que parece haberle sido arrancado
del cuello.
Al examinar el cadáver advierten que tiene dos orificios
circulares y cauterizados en un costado por donde le han extraído el corazón y
el hígado y, aparentemente, toda la sangre. El perro no presenta signo alguno
de lucha o de haber sido envenenado. Los obreros no encuentran tampoco ninguna
pista que pueda ofrecer alguna explicación a lo sucedido. Ni huellas, ni sangre
alrededor,… nada. Y eso que, como decimos, el perro parecía estar completamente
exangüe. Un atacante muy limpio… y muy extraño.
Vista de Taco |
Para hacer que el caso sea aún más digno de CSI si cabe,
según se desprende de las investigaciones realizadas en su momento, los dos
perros atacados aparecieron empapados en agua, aunque el suelo a su alrededor
estaba completamente seco. Curiosamente, aquellas noches tampoco había llovido en la zona.
El periódico El Día
publicó las declaraciones de distintos testigos. En ellas afirmaban que no se
escucharon ladridos durante los ataques y que parecía como si los perros
hubieran sido adormecidos con algún producto narcótico para que el autor de los
hechos pudiera obrar con la más absoluta impunidad.
Recordemos, en este punto,
algunos casos americanos en los que los testimonios se refieren a la
posibilidad de que el chupacabras utilice algún gas paralizante para someter a
sus víctimas o que, incluso, tenga poderes telepáticos con los que tomar el
control de la situación. Aunque nos parezcan hipótesis cogidas por los pelos
dejémoslas, al menos, aparcadas en el lado de las posibilidades imposibles por
si acaso hay que echar mano de ellas más adelante.
La oleada de sucesos inexplicables de 1979 no ha hecho más
que comenzar. A mediados del mes de mayo, la Policía Local de La Laguna recibía
una nueva denuncia sobre otro extraño ataque. En Guamasa, localidad situada a
tan sólo 14 kilómetros al sureste de Taco, un cerdo había sido encontrado
muerto con terribles mutilaciones. Sin vísceras, sin hocico, sin ojos y sin
gota de sangre en su cuerpo. Al igual que sucedía con los perros de Taco, en
este ataque tampoco existían rastros de sangre en el lugar de la agresión.
Pocos días después, el 18 de mayo, Muñoz Yéveres, jefe del
Gabinete de Prensa de la Policía Local, ofrece una rueda de prensa en la que
lanza la explicación oficial que las autoridades suelen comunicar en estas
circunstancias, con la intención de tranquilizar a la ciudadanía. Unos vecinos
que –por cierto- empezaban a sentir cierta preocupación por tan inusuales
hechos. La hipótesis esgrimida por el portavoz, y con la que se pretendió
cerrar todas las especulaciones sobre la muerte del cerdo, fue que el autor de
los hechos tenía que haber sido necesariamente un hurón o una rata gigante, no
lo tenían demasiado claro. La muerte de los perros, por su parte, se trató como
un acto de venganza cometido por algún lugareño con problemas con los dueños de
la fábrica. Cosas de vecinos, vaya…
Evidentemente, estas explicaciones no dejaron satisfecho a
nadie. Incluso la alarma aumentó un grado más con las intranquilizadoras
declaraciones de Antonio Sierra, delegado provincial de Salud, al afirmar que “realmente nos ha llegado a preocupar porque
no tiene carácter espontáneo, sino que es un claro sacrificio de perros. No
presenta aspectos sanitarios, sino fetichistas.” Mientras, los testimonios
de ataques y avistamientos en toda la isla se multiplicaron. Todos los
implicados en esta oscura historia, agentes del orden, dueños de los animales y
curiosos en general aportaron las explicaciones más ortodoxas para estos casos:
sectas satánicas, perros asilvestrados, el típico felino escapado de un
zoológico, bromistas con pocos escrúpulos,… Todos creían estar en posesión de
la verdad.
Pero la idea de que un raro animal estaba haciendo de las
suyas en la isla cobró nuevo impulso tras ser avistado un “extraño bicho” (así se le adjetivó)
por los escolares de un colegio de Taco. Las descripciones aportadas por
los niños fueron un tanto confusas y el único dato que se pudo extraer de todo
este asunto fue que el ser en cuestión estaba recubierto de pelo oscuro. Lo que
también resultó poco claro fue el hallazgo del cuerpo de un joven que había
sido encontrado – al parecer – con
heridas similares a las que acabaron con la vida de los animales. Nada se pudo confirmar sobre
este aspecto pues el hermetismo policial hizo imposible avanzar en las
indagaciones y la imaginación popular tal vez quiso ver algo siniestro donde
sólo existía una muerte accidental sin mayor extrañeza.
Para terminar de rizar el rizo, la policía admitió la
presencia de luces en el cielo de la
zona durante las noches en que se produjeron las matanzas, lo que levantó todo
tipo de especulaciones y una expectación inusual entre los seguidores del
fenómeno ovni. Ya teníamos una nueva vía de investigación y otra hipótesis que
echar al saco de las posibilidades: los chupacabras eran tripulantes de naves
extraterrestres o –como algunos apuntaban – más bien mascotas de los marcianos,
robots biológicos a su servicio.
El perro Benito |
Lo que hace que este nuevo caso con perro sea singular es
que el animal no perdió la vida, convirtiéndose en uno de los pocos
supervivientes a nivel mundial que pueden contar (si pudiera hablar, claro
está) haber escapado del ataque de uno de estos seres. Benito, como así se llamaba la víctima, apareció prácticamente
desangrado y con tres marcas en su costado. Se apreciaba que, a través de una
de estos agujeros, habían empezado a extraer las vísceras del animal, pero algo
o alguien impidió que lograran terminar su propósito. ¿Tal vez la presencia de
algún humano hizo huir a la bestia? Nunca lo sabremos.
Los ataques continuaron llenando páginas de diarios y
tertulias de café durante los siguientes meses, encontrándose varios animales
muertos que tenían como rasgo característico la extracción de órganos
internos y la ausencia de sangre en sus cuerpos.Así sucedió en el mes de octubre, también en Taco, cuando ocho cabras aparecieron muertas en similares circunstancias. La necropsia de los animales, realizada por el Laboratorio Regional Agrario, indicaba en su informe que –en la agresión- se utilizó instrumental técnico sofisticado…
internos y la ausencia de sangre en sus cuerpos.Así sucedió en el mes de octubre, también en Taco, cuando ocho cabras aparecieron muertas en similares circunstancias. La necropsia de los animales, realizada por el Laboratorio Regional Agrario, indicaba en su informe que –en la agresión- se utilizó instrumental técnico sofisticado…
La cifra final de víctimas de este (o estos) chupacabras
tinerfeños fue –finalmente - de dos perros, un cerdo, una docena de conejos,
algunos patos, varios gatos y más de
quince cabras. Y un herido, Benito.
Evidentemente, algunas muertes explicables se sumaron
también a esta larga lista de damnificados, aumentando la leyenda de la bestia
de Taco para regocijo de los investigadores del tema y temor indisimulado de
los vecinos de este barrio y alrededores. El archipiélago canario -como en
tantas otras ocasiones – no deja de fascinarnos con sus historias envueltas en
misterio.