La
noticia sobre la reciente clonación de dos macacos en
China- la primera de un primate en la historia- me ha hecho preguntarme: ¿para qué?
Evidentemente, se me ocurren varias respuestas: el propio egocentrismo de los
investigadores, el imparable avance de las técnicas científicas, el altruismo
buscador de una vida mejorada, oscuros
(o no tanto) intereses comerciales, …
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Los macacos clonados Zhong Zhong y Hua Hua, en un
laboratorio de la Academia China de las Ciencias.
Foto: AP.
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Consideraciones morales aparte, sinceramente sólo veo que la
clonación pueda servir para crear cerdos con seis jamones o humanos que sirvan
como recipientes de órganos, tal como se especulaba en la trama de la futurista
película
La isla.
Nos cuentan que, gracias a estos nuevos avances, la
investigación acerca del cáncer, el alzheimer y otras enfermedades podría tener
un desarrollo espectacular. Tal vez. Lo interesante de esta noticia de los macacos
es que, según indican los investigadores implicados, la vieja y recuperada técnica
utilizada abre importantes perspectivas en muchos sentidos.
El logro se consiguió mediante un proceso conocido como
transferencia nuclear de células somáticas. Es decir, se introduce el núcleo de
una célula —que contiene el ADN— dentro de un óvulo al que previamente le han
quitado su propio núcleo. Es decir, no se ha utilizado el método de la división
de embriones, como en otras ocasiones.
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Dolly |
A diferencia de ésta, con la técnica utilizada por los
científicos chinos se puede producir un número indefinido de clones de un único
donante y no solo unas pocas copias. ¿Las posibilidades de esta peculiaridad?
Infinitas criaturas genéticamente idénticas a la original a las que poder alterar
en aras de lo que nos venga en gana.
Aparte de la moralidad del asunto, tengo otra pregunta: ¿nos
detendremos exclusivamente en utilizar esta aportación con rigurosos y médicos
fines? Lo cierto es que, con este asunto de la clonación, tengo la impresión de
que nos intentan vender algo entre bohemio, ecológico y futurista: la mejora de
la salud mundial, la salvación de las especies amenazadas y, lo que ya es de
traca, la recuperación de especies desaparecidas. Esto último, visto desde el prisma
de la (cripto) zoología, claro.
Señores científicos del mundo, por favor, investiguen para
combatir enfermedades, pero sean sinceros de una vez. Cuenten al público que –aunque
se lograra extraer todo el ADN necesario de los restos congelados de un mamut, por poner
el caso- lo que se obtendría nunca sería un mamut, sino un híbrido entre la elefanta
(el animal receptor y gestor) y un mamut. Un mamufante, vamos ¡!
En el mundo ya hemos tenido varios precedentes de intentos
de recuperar criaturas desaparecidas, como mamuts lanudos o tigres de Tasmania.
Incluso en España, no nos hemos quedado atrás. El caso más famoso es el del
bucardo
Celia,
el último
ejemplar de cabra montesa ibérica, desaparecido en 2000. Tras dos intentos
fallidos en 2003, el proyecto ha quedado temporalmente aparcado. Pero el
interés persiste.
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Clon de bucardo, muerto a los pocos minutos de su nacimiento |
Sin duda, las técnicas de clonación serán cada vez más perfectas
y, con el tiempo, se logrará seguramente la copia de criaturas sin fallos,
libres de enfermedades propias del proceso técnico, que puedan vivir el tiempo habitual
de su especie.
A riesgo de ser tachado de nosequécosa, abogo por dedicar más tiempo y dinero a la
investigación en conservación de las especies que a facilitar que un
laboratorio cree un mamufante o, peor
aún, un individuo al que mantener vivo en un bioalmacén a la espera de que otro individuo necesite su hígado o
sus riñones o sus ojos. ¿Inquietante, verdad?
Lo mismo pienso en cuanto a la recuperación de especies
extintas. En algunos círculos científicos y conservacionistas existe una
especie de sentimiento de deuda contraída hacia la Naturaleza, en un vano
intento de recomponer lo que el hombre hubiera podido alterar con sus actos.
Por favor, no influyan más, no jueguen a ser dioses, nadie se lo pide y el
planeta no lo necesita.
Entre las granjas de humanos y los zoológicos de especies
híbridas nos espera un futuro muy interesante… Los experimentos, con gaseosa, por
favor.