Los investigadores y entomólogos Pablo Bahillo de la Puebla, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y José Ignacio López-Colón, ambientólogo, ingeniero técnico agrícola y miembro de Ecologistas en Acción, han descubierto este insecto, al que han bautizado con el nombre científico de Cebrio cardenalis. La nueva especie ha sido publicada en la revista científica Arquivos Entomolóxicos, cuya edición corre a cargo de los entomólogos gallegos Fernando Prieto Piloña y Javier Pérez Valcárcel, que están teniendo un importante papel en el impulso y divulgación de los estudios científicos entomológicos tanto en su propia comunidad autónoma como en el resto de España [1].
Los coleópteros del género
Cebrio son insectos muy particulares, bastante extendidos por la cuenca del Mediterráneo y especialmente diversificados en el Magreb y en la Península Ibérica, donde existen unas ciento cincuenta especies. Su estudio presenta enorme interés biológico ya que se desconoce el papel que desempeñan en los diversos ecosistemas adonde viven: bosque mediterráneo –encinares, alcornocales, quejigares, melojares, pinares, sabinares, etc-, dehesas, pero también hay especies propias de las zonas esteparias y subdesérticas. Son buenos indicadores de la salud ambiental puesto que desaparecen en cuanto se hace notar la degradación del medio debido a las actividades humanas.
Ello es debido a varios factores encadenados. En primer lugar, al modo de vida de sus larvas, subterráneo y de alimentación radicícola, por lo que dependen del suelo y de la cubierta vegetal y por tanto, cuando los campos están contaminados o se destroza la vegetación natural, no resisten y se extinguen. Otro inconveniente es la atracción que sobre los machos ejercen las luces por la noche -similar a lo que sucede a muchas mariposas nocturnas- por lo que la contaminación lumínica también puede suponer un problema grave en ciertas áreas españolas (aunque faltan estudios científicos para corroborar esta aseveración). En tercer lugar, la movilidad mínima de las hembras reduce sus posibilidades de dispersión y colonización de nuevos territorios para la especie.
Actualmente, la destrucción y alteración del hábitat por la expansión urbanística, la ampliación de polígonos industriales y la construcción de infraestructuras viarias, provoca el aislamiento en las poblaciones reproductoras (esto último ha debido pasar con la nueva especie descrita). Si a ello añadimos que las especies -cerca de cuarenta entre España y Portugal- tienen un área de distribución muy restringida (casi todas son endemismos más o menos locales) y habitualmente mantienen pocos efectivos numéricos, ya que sus especies han adoptado la denominada “selección K” como estrategia reproductiva (las que sobreviven con pocas crías, o dicho de otro modo, su supervivencia se basa en mantener tasas de natalidad y mortalidad bajas), se comprende enseguida su importancia como bioindicadores. Este tipo de especies suele ser propia de ambientes estables, de ecosistemas de madurez ecológica.
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Macho de Cebrio
cardenalis |
Como se ha adelantado, los Cebrio comprenden un grupo de especies fitófagas, concretamente radicícolas (son herbívoros edáficos), pero, al menos en algunos casos, no desaprovecharían la ocasión de alimentarse de invertebrados muertos o moribundos (no se descarta la depredación directa sobre otros, aunque ya se ha comentado que faltan estudios al respecto).
La larva vive varios años alimentándose en el subsuelo, después se transforma en adulto, con dos vidas muy distintas según el sexo de ejemplar. Los machos emergen en primavera y verano, o bien ya en otoño –según la especie-, habitualmente tras alguna tormenta o lluvia, cuando la humedad ambiental es máxima, y buscan frenéticamente una hembra para reproducirse (hay que tener en cuenta que muchas especies son propias de zonas más o menos áridas de la mitad sur peninsular, de Madrid y Aragón, o de Portugal, Salamanca y Extremadura, y necesitan esas condiciones climatológicas especiales. De hecho, hay algunas como Cebrio ysernii, exclusiva de Alcalá de Henares y varios municipios próximos a la capital, que aparecen y se activan en medio de las grandes tormentas.
Los machos, que no se alimentan y tan sólo viven unos pocos días o como mucho unas semanas, son torpes y vuelan bastante mal; intentan localizar una hembra para copular (mientras tanto, ésta permanece enterrada y emite feromonas para señalar su ubicación). La mayoría muere en el intento. Para quien lo haya visto –muy pocos naturalistas-, es un espectáculo tan infrecuente como extraordinario: el vuelo de decenas o cientos de machos en torno a un punto del terreno en el que aparentemente no hay nada. Los machos se pelean con frenesí y se destrozan entre ellos, consiguiendo muy pocos el objetivo. Mientras tanto, en ese punto, en el subsuelo, permanece una hembra sexualmente receptiva, escondida y asomando tan sólo el extremo abdominal. La cópula, al llegar el macho, es muy rápida e inmediatamente después la hembra profundiza en el suelo y desaparece.
Las hembras de los Cebrio son peculiares (véase la imagen de una especie ibérica de las pocas que están documentadas: Cebrio gypsicola); de aspecto totalmente distinto al macho, a menudo mucho mayores, con el cuerpo robusto, convexo y arqueado; el abdomen muy ensanchado y los élitros atrofiados y sin alas funcionales. Tienen las antenas muy reducidas y las patas cortas y robustas (en los machos aquéllas están muy desarrolladas y estas últimas estilizadas y largas).
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Hembra de Cebrio gypsicola |
Las observaciones en el campo de las extrañas hembras son esporádicas. Esto se debe tanto a su localización y escasez como a tener vida totalmente geobia, salvo en el momento del acoplamiento, en el que como se ha señalado, asoma al exterior los últimos esternitos abdominales. En ocasiones, tras los grandes aguaceros, se ven obligadas a salir de sus agujeros para no ahogarse (hay que reincidir en que estamos hablando de animales extremadamente raros, incluso los machos, los cuales solamente pueden llegar a ser abundantes localmente y verse unos cuantos días al año).
Hay especies de las que no se conoce más que una docena de ejemplares o incluso menos, y de otras pasan décadas sin volver a verse un solo ejemplar. De hecho, de muchas especies ibéricas y norteafricanas sólo se conocen los machos.
El nombre de Cebrio cardenalis hace referencia a la tonalidad púrpura de los ejemplares que recuerda el color de los hábitos cardenalicios y lo distingue perfectamente de otras especies. Mide aproximadamente un centímetro y medio de longitud, pertenece al denominado grupo “gigas”, cuyas especies se caracterizan por tener las antenas con doce artejos, más largas que la mitad del cuerpo. Se distingue de las demás por su tamaño relativamente pequeño (en ese grupo las especies suelen ser más grandes, a veces enormes, de hasta 26 milímetros de longitud), su diseño corporal y su densa pilosidad y, ya se ha dicho, la coloración, un conjunto de factores que le hace presentar un aspecto característico –aparte de la morfología del edeago-, siendo su pariente más próximo Cebrio seoanei, un taxón gallego.
La nueva especie proviene de Torreblanca, Sevilla, y está descrita mediante el estudio de ejemplares recogidos hace veinticinco años (ejemplares de museo). Como en otras muchas especies del género, se desconoce la hembra, y siendo muy rara –no se conocen ejemplares recientes- es muy probable que, al menos en la zona de donde proceden los ejemplares-tipo, haya desaparecido, ya que la mayor parte de esos terrenos han sido engullidos por el desarrollo urbanístico. De hecho, actualmente Torreblanca es una barriada de la capital hispalense, ubicada en su periferia, al este, muy cerca del aeropuerto de San Pablo, en un área repleta de infraestructuras de todo tipo.
Notas
[1] López-Colón (J.I.) & Bahillo de la Puebla (P.), 2012.- Cebrio cardenalis n. sp. del sur de España (Coleoptera, Elateridae, Cebrioninae). Arquivos Entomolóxicos, 6: 97-100.
Fuente: Ecologistas en Acción