martes, 26 de julio de 2011

La serpiente peluda de Setenil


Vista de Setenil

Setenil de las Bodegas, al este de la provincia de Cádiz. En esta oportunidad, el misterio nos lleva hasta este recóndito enclave andaluz. Y nos acercamos a este municipio gracias a un caso en el que un extraño y voraz animal se convierte en protagonista.

Rafael Vargas Villalón, vecino del pueblo, nos narra en primera persona sus vivencias sobre lo que hemos bautizado como La serpiente peluda de Setenil. Se trata de un animal que -en un principio y por sus característicos ataques - bien podría confundirse con el famoso chupacabras, aunque - a tenor de los testimonios de los testigos - estaríamos ante una desconocida especie de ofidio gigantesco y sanguinario.
Vargas, autor del blog Setenil rural , recuerda en él cómo siendo aún un niño, oyó contar la historia de este terrible monstruo. Transcribimos, a continuación, el relato de los hechos tal como lo describe nuestro protagonista.

"De niño, en mis interminables vacaciones estivales en Setenil, sin duda lo mejor era pasar el día vagabundeando por los campos de los alrededores, bañándonos en albercas y riberas, asaltando huertas y frutales, cogiendo ranas, galápagos, peces y cuantos bichos se cruzaran en nuestro camino, y por supuesto; no haciendo nada que pudiera decirse que fuera de provecho. Unas vacaciones como Dios manda. Desde luego era parada fija El Manchón, una finquita entre El Nogalejo y El Manchón de Rosas donde vivía el amigo Solano, un hombre que no sabía de otra vida que la del campo y que yo conocía desde siempre.

El Manchón de Rosas

Uno de esos días nos comentó este hombre que algún bicho merodeaba de noche por esos campos y se dedicaba a atacar a perros y gatos. De hecho, allí mismo mató una camada entera de gatillos y dejó tuerta a su perrilla “Chica”. Por todas las huertas que pasábamos se contaban historias de un bicho que hacía estragos en la fauna doméstica. Había gente que decía haberlo oído y que no parecía ser ni un zorro (animal muy sigiloso), ni un jabalí (animal muy escandaloso). Además, ni los destrozos causados ni las huellas parecían de animales conocidos por aquellos parajes. Los niños empezamos entonces a imaginar a extraños monstruos salidos de la espesura y salvados de alguna extinción (y eso que faltaban más de veinte años para que Spielberg sacara su “Parque Jurásico”). Mientras tanto, los animalillos seguían apareciendo muertos o heridos, y el propio Solano se quedó más de una noche escopeta en ristre al acecho de la alimaña. La cosa parecía grave.

Una mañana, tras una larga vigilia, Solano nos contó que había visto al terrible y sanguinario monstruo; una especie de serpiente de más de tres metros de longitud, gorda como la pata de una vaca, llena de un pelo áspero y parduzco y con más de una docena de ojos que brillaban en la oscuridad. La perrilla tuerta que atendía la nombre de “Chica”, llevaba tiempo olisqueándola, y asustadita como estaba se metió en el hornillo de pan que hay junto a la casa. Solano la esperaba tras la ventana y alumbrando hacia la oscuridad con la linterna la tuvo a tiro de escopeta. El bicho lo miró con su docena larga de ojos y parece que adivinó las intenciones de Solano, que al disparar vio como se dividía en fragmentos que huían cada uno en una dirección.

Tras el disparo, el bueno de Solano comprobó que si bien no logró matar a la bestia, la dejó herida, por los rastros de sangre que había en el suelo. Cualquier otro animal habría muerto en el acto, pero esta alimaña era mucha alimaña. Por lo menos vengó el ojo de su perrilla “Chica”.
Reconozco que entonces no llegué a creerme del todo la historia de aquel hombre humilde que valientemente se enfrentó a la serpiente peluda, pero es que la historia tenía miga; con tantos ojos y esa capacidad de disgregación en segmentos. Otra leyenda rural."

Hasta aquí el relato que Rafael Vargas nos hace llegar desde un período indeterminado en el tiempo, en la primera mitad del pasado siglo.
El caso que menciona nos parece realmente interesante por diversas razones. La primera de ellas por tratarse de un animal que protagoniza diversos ataques a distintos animales, lo que nos lleva a entender que sus deamanes se prolongaron durante cierto tiempo. Esto nos lleva a otro de los motivos de interés del asunto: la existencia de diversos testigos que hablan del animal casi como si fuera alguien habitual en su vida diaria.
Por último, no debemos olvidar que existen historias similares en otros puntos de nuestra geografía para las que algunos investigadores han querido encontrar una explicación, digamos que más racional. Así, en Parque de Los Alcornocales (Cádiz) se narran relatos sorprendentes de El Alicante, enorme serpiente peluda que recorre el bosque en busca de víctimas. En Cantabria,por su parte, la Bicha se refiere a un animal extraño que se vio en la primera mitad del siglo XX cuya descripción parece corresponder con la mangosta.

De cualquier modo, no parece que  estemos enfrentándonos a una temible y descomunal serpiente sino a un ser mucho más prosaico y conocido. Concretamente, hablamos de la mangosta común o meloncillo, animal que -según algunos estudiosos, repito - estaría detrás de ciertas historias de ataques a ganado protagonizado por extrañas bestias.


El meloncillo es un mamífero pequeño ( con un cuerpo de poco más de medio metro de largo ), delgado, alargado y peludo que, cuando va con las crías, acostumbra a desplazarse todos juntos uniendose la cola del primero con la cabeza del siguiente. Esta curiosa forma de avanzar ( utilizada como forma de protección ante sus depredadores ) puede motivar que parezca que se trata de una serpiente peluda cuando, realmente, son varios animales que marchan juntos formando una especie de tren...

1 comentario:

Anónimo dijo...

En efecto, las famosas serpientes peludas, son meloncillos hembras seguidos de sus crias de ese año, por ese motivo, sólo se ven en verano, cuando ya salen de su madriguera y siguen a su madre aprendiendo a desenvolverse en la vida, y antes de independizarse y probar suerte por su cuenta y riesgo.
Magnífica página, ánimo y continuar en la brecha.

Alfonso Sánchez