“La serpiente de mar
existe” es el título de un artículo pionero en España en cuanto a rarezas
animales se refiere. Fue publicado en la revista ilustrada Alrededor del Mundo, concretamente en su número 262 correspondiente
al 9 de junio de 1904. Esta publicación, editada en Madrid, constituyó una
fuente de lectura muy popular durante su existencia, entre 1899 y 1930.
En las páginas 360 y 361 del citado número, un redactor
anónimo narra –bajo el subtítulo “Lo que
dice la ciencia. Testimonios auténticos”- diversos casos de encuentros de
barcos con enormes serpientes de mar. A pesar de que ha transcurrido más de un
siglo desde su publicación, creemos que tanto el asunto como la exposición que
se hace de los distintos casos narrados no ha perdido ni un ápice de
actualidad. Más aún si recordamos los recientes casos de serpientes
marinas que se han producido este verano en nuestras costas y que recogimos en
Criptozoología en España aqui y aquí .
Aunque acompañamos esta entrada con las imágenes del
centenario artículo, vamos a transcribirlo a continuación para facilitar su
lectura:
La serpiente de mar existe.
Lo que dice la ciencia. Testimonios auténticos.
La serpiente de mar existe; el monstruo objeto de
fantásticos relatos desde hace cuatrocientos años o más, es un hecho. Ahora ya
no se trata de cuentos de pescadores o de viajeros aficionados a lo
maravilloso; lo han visto oficiales de marina de cuya cultura y veracidad no es
posible dudar; lo han perseguido y han tratado de darle caza, y la narración del hecho viene en uno de los
últimos números de una publicación tan seria y científica como el Boletín de la Sociedad Zoológica de Francia.
Los oficiales del cañonero francés Decidée son los que han visto al animal hasta ahora como mítico. El
encuentro ocurrió en la bahía de Along, junto a la costa del Tonkin. En el
relato enviado al almirante por el capitán del barco se dice que el monstruo
era negro con manchas parecidas a las veteaduras del mármol; la cabeza, que se
elevaba unos cuatro metros por encima del agua, era parecida a la de una
tortuga gigantesca, y de las narices salían dos chorros de agua a manera de
inmensos surtidores. El monstruo se dirigía velozmente hacia el barco, y al
llegar a cierta distancia de éste, se sumergió, pasó por debajo de la quilla y
reapareció por el lado opuesto.
El capitán mandó que se le hiciese una descarga de metralla,
suponiendo que esto tendría más efecto que las balas de grueso calibre; pero
fue imposible saber si se había hecho blanco o no, pues el animal se limitó a
volver la cabeza hacia sus enemigos y luego huyó mar adentro. El cañonero le
persiguió, haciéndole nuevos disparos, hasta que se puso fuera de tiro y
desapareció poco a poco de la vista de todos.
Acompaña a este relato otro de un oficial del cañonero, el
teniente Lagresille, que cruzando las mismas a g u a s a bordo del Avalanche, en 1898, vio, no una, sino
dos serpientes marinas, tal vez macho y hembra. El oficial hizo acercar el
barco; pero al llegar a unos 600 metros, los dos monstruos desaparecieron bajo
el agua. Esto sucedía en el mes de julio. Unos siete meses después, el 15 de febrero
de 1899, el teniente volvió a encontrar dos seres iguales,
probablemente los mismos, y durante hora y media les dio caza, aunque inútilmente.
Pero, por lo menos, esta vez pudo el oficial hacer algunas observaciones, de las
que se deduce que las tales serpientes venían a tener unos 20 metros de longitud
y eran de color gris.
Pero nadie ha visto tan de cerca al famoso gigante de los
mares como la tripulación de otro barco también francés, el Bayard. La oficialidad ya no habla de
caracteres que le ha parecido ver, sino que afirma concretamente que la llamada
serpiente es muy semejante a una foca, aunque incomparablemente más grande; que
echa agua hacia arriba, como las ballenas, aunque no en forma de chorros, sino
de nubes de espuma, y que tiene una cresta a lo largo del cuello y de la
espalda.
Este último carácter no es muy propio de un animal parecido
a una foca; los naturalistas opinan que la tal cresta será más bien una melena como
la de los leones marinos, cuyos largos pelos, apegotados en mechones por el
agua, ofrecerían un aspecto engañoso. Es interesante el hecho de que todos los
caracteres asignados por los marinos franceses al monstruo del mar de la China
están acordes con los que un autor holandés, M. Oudemans, explica en una obra
que recientemente ha publicado tratando de demostrar la existencia de la gran
serpiente marina, y lo más curioso es que ninguno de los citados marinos conocía
este libro.
M. Oudemans da una descripción y figuras del animal; le
asigna el nombre científico de Megophias
megophias, y lo coloca, no entre las serpientes, ni aun entre los reptiles,
sino en la clase de los mamíferos y en el orden de los pinnípedos o focas, lo
que confirma la opinión de los oficiales del Bayard.
No son del mismo parecer los sabios norteamericanos que en
estos últimos tiempos se han ocupado bastante del misterioso animal. Para ellos
se trata, indudablemente, de un reptil descendiente directo del gigantesco plesiosaurio
del período jurásico, cuyo largo cuello, terminado por una cabeza relativamente
pequeña, recuerda ciertos detalles de las descripciones hechas por los que han
visto o creído ver la famosa serpiente. Otros suponen que ésta debe ser algo
por el estilo de los clidastes o de los enaliosaurios, reptiles antediluvianos
también, y hay quien ha querido ver la verdadera serpiente de mar en la anguila
moray, pez curiosísimo de forma serpentina que hace poco se exhibía en el acuarium de Nueva York; pero lo cierto es
que los argumentos de más fuerza están en pro de M. Oudemans.
Desde luego, se observa una gran analogía entre el Megophias megophias, el monstruo de la bahía
de Along, y los que vieron las tripulaciones del Doedalun y del Plumper en
1848, en el Atlántico. El capitán del primer barco dice que el observado por él
tenía “algo como la crin de un caballo, o
más bien como manojos de algas”, y un oficial del Plumper, que vio al anima! casi en aguas de Oporto, asegura que “había en su espalda algo que parecía como
una melena, y cuando se movía en el agua, flotaba a uno y otro lado”.
Este detalle, que se encuentra en muchas otras narraciones,
no es propio de un reptil, y si de una foca de gran tamaño. Una particularidad
del Megophias debe ser la gran longitud
de su cuello, en lo cual andan acordes todos los testimonios.
Este carácter puede observarse muy bien en uno de nuestros
dibujos, hecho sobre un croquis de Mr. R. J. Cringle, capitán del vapor Umfali, que el día 4 de Diciembre de
1893 encontró al monstruo al Sur de las Islas Canarias o entre el Cabo Bojador
y e! Cabo Blanco.
El relato de este marino es uno de los más dignos de fe, aun
cuando al principio de ser conocido dio pie para algunas burletas de las personas
que se empeñan en negar todo lo que no han visto.
Alguien dijo que se trataba de un montón de algas, o de
varias marsopas nadando en fila; pero a esto contesta el capitán: “Si una isla de algas puede viajar con una velocidad
de 14 nudos por hora, o si una fila de marsopas puede levantarse a 15 pies sobre
el agua, entonces bien, confieso que me equivoqué”.
Entre las personas que vieron distintamente este animal,
había un pasajero aficionado a la fotografía; pero la impresión que el espectáculo
le produjo hizo que ni se acordase de su máquina. También estaba allí un
oficial que, con mayor serenidad, observó al monstruo con su anteojo y pudo ver
cómo abría la boca y enseñaba los dientes; así lo hizo constar en el libro de
bitácora, añadiendo que la cabeza y el cuello del animal le recordaron el
aspecto de un enorme congrio.
No es, pues, preciso añadir más narraciones ni más detalles.
El caso es que la existencia del enorme ser marino, hasta ahora conocido con el
nombre de serpiente, está admitida por los naturalistas europeos y americanos.
Sea congrio o reptil, serpiente o foca, el animal existe, y
recorre como dueño absoluto los mares de Canarias y del Asia oriental. Tengan los marinos más serenidad, procuren hacer observaciones exactas y tomar
fotografías en vez de disparar inútiles cañonazos, y la gran serpiente de mar
dejará muy pronto de ser un misterio.
Lo cierto es que, tras leer el artículo, parece como si poco
se hubiera avanzado en el estudio de estas supuestamente desconocidas criaturas
a lo largo de más de un siglo... Parece que nos encontramos casi en el punto de
partida de la cuestión o que –simplemente- nos movemos en círculo en estos asuntos...