Moisés Mayán continúa su colaboración en Criptozoología en España, abordando de modo audaz un tema tan interesante como polémico, el de los animales misteriosos en la Biblia. Para quien no conozca aún a este
pionero de la divulgación criptozoológica cubana, les ofrecemos una pequeña
semblanza de su biografía:
Moisés Mayán Fernández (Holguín,
Cuba, 1983): Licenciado en Historia. Poeta, narrador y editor multipremiado. Ha publicado los
libros de poesía Fábula del cazador tardío (2007), El monte de los
transfigurados (2009), Cuando septiembre acabe (2010), El cielo intemporal
(2013), Raíz de yerba mate (2015) y Estética de la derrota (2017). Muestras de su obra aparecen en numerosas
antologías en Cuba y en el extranjero. Es miembro de la Asociación Hermanos
Saíz y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Colaborador asiduo de boletines, revistas y blogs de temáticas diversas.
Aficionado a la criptozoología y a la pesca deportiva.
Y, ahora sí, estimados lectores,
disfruten del artículo...
Criptozoología bíblica: la búsqueda de la verdad, por Moisés Mayán
Desde hace 22 años me considero
un lector avezado de la Biblia. Podría repetir de memoria una extensa lista de
pasajes, gracias a mi costumbre de separar por lo menos dos horas diarias para revisitar
fragmentos específicos, auxiliándome de comentarios y diccionarios, empleo
además una treintena de versiones, y he terminado antes de éste, un centenar de
artículos sobre los más diversos temas que emergen en esa sopa primordial que
son las Escrituras. Ahora bien, ¿por qué este preámbulo que para ser francos
transpira una fastidiosa impertinencia?
Debido a mi ética como autor,
jamás me atrevería a exponer criterios más o menos arriesgados, sin un
conocimiento previo de la bibliografía fuente de estudio, en este caso, la
Biblia. Criptozoología y Biblia sugieren dos extremos opuestos en el campo de
la investigación; o teología o "pseudociencia" dedicada al estudio de
criaturas misteriosas. Nada de coexistencia pacífica. ¿A quién podría
ocurrírsele que existan vasos comunicantes entre dos universos tan disímiles? ¿Entender
la Biblia como el texto pionero de las publicaciones criptozoológicas, no es
acaso una paranoia colosal?
Monstruos marinos y serpientes voladoras
Concédanme por favor el beneficio
de la duda en los siguientes párrafos y colóquense escafandras para inmersiones
profundas en la letra del canon sagrado. En la primera página de la Biblia, en
el capítulo inicial, surge un versículo que desde niño me ha puesto los pelos
de punta: "Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se
mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su
especie. Y vio Dios que era bueno". Génesis 1: 21 (Reina Valera, 1960). La incógnita se desprende como
una fruta madura: ¿A qué se refiere la Biblia con el término grandes monstruos marinos? ¿Es un simple
guiño del escritor del Génesis al megalodón o a cetáceos extintos como
dorudones o basilosaurios, al architeuthis
o calamar gigante, o
a algunas especies de la fauna abisal que desconocemos?
Recreación de un basilosaurio |
Algunos traductores bíblicos optaron por el facilismo de suprimir el
calificativo "monstruos marinos"
e instalar en su lugar, con mucha sangre fría, el sustantivo "ballenas". Eso está muy bien, pero
tengo un As bajo la manga, el primero de muchos. Las Sagradas Escrituras
Versión Antigua, que son algo así como la revisión llevada a cabo por el
misionero Martin Russel Stendal de la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina,
aparecida en 1519, relaciona el mismo versículo 21 pero incorpora estas
variaciones: "Y creó Dios los
grandes dragones, y todo animal que vive, que las aguas produjeron según sus
naturalezas, y toda ave de alas según su naturaleza; y vio Dios que era
bueno". ¿Qué les parece? ¿En qué espiral sintáctica debe implicarse un
dragón para salir convertido en ballena? Me perdonan, pero tergiversar estas
asociaciones, es casi tan fascinante como el trabajo de los criptozoólogos.
Representaciones de ballenas en mapas medievales |
¿Y si Martin Russel manifestaba debilidades por la criptozoología y
fabulaba con monstruos imaginarios? Confieso que esa movida equivale a un jaque
de caballo; me obligarán a desempolvar los idiomas originales. Ustedes fueron
los incitadores y no me queda de otra. La palabra hebrea para monstruos marinos
es tanninim, ¿tienen idea de su
significado? Según la utilización del mismo vocablo en otros textos de las
Escrituras como Éxodo 7: 9, 10, 12, Isaías 51: 9 ó Ezequiel 29: 3, las
traducciones más certeras de tanninim
serían "culebra" o "dragón". Tomemos un respiro.
Serpiente de Le Serrec |
Cuando pienso en los monstruos marinos del Génesis, germinan en mi
mente de fabulador, entre otras criaturas, los antepasados de la serpiente de
Robert Le Serrec, fotografiada y filmada el 12 de diciembre de 1964, o los
seres fantásticos de perfiles imprecisos y ondulantes que se aproximaban en las
noches para curiosear bajo los troncos de la Kon-Tiki, donde el incorregible
Thor Heyerdhal y sus cinco tripulantes trataban de alcanzar las islas polinesias,
o el kraken, o el leviatán, sobre el que volveremos más adelante.
Pero ya que estamos hablando de serpientes pasemos la página, ¿bien?
En el capítulo 3 del propio libro de Génesis, la maldición que recae sobre la víbora
por seducir a la mujer, resulta a
todas luces contraproducente, juzguen ustedes mismos: "Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por
cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los
animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de
tu vida". Génesis: 3:14 (RV, 1960). ¿Qué tiene de extraordinario este
pasaje? ¿Me dan otro momento? Si profundizamos bajo la corteza del texto, y en
concreto, en las especificidades de la maldición, ideas como "sobre tu pecho andarás y polvo comerás",
suenan a todas luces redundantes.
Es eso justamente lo que hacen las víboras, reptar sobre su vientre
dejando huellas sinuosas en el polvo. ¿En eso consiste la maldición? Es como si
me condenaran a caminar erguido sobre mis dos extremidades inferiores, eso no
es una maldición, es mi naturaleza. Ahora, todo cambiaría si la serpiente
edénica no fuera exactamente como el crótalo cornudo que conocemos, solo por
ponerles un ejemplo. Recordemos que unos versículos antes la Biblia enfatiza
que "la serpiente era el más astuto
de todos los animales del campo" (Génesis 3: 1).
Quetzalcóatl. Museo del Sitio de Teotihuacan (México) |
Observen este aporte que realiza la autora norteamericana Elena White
en su libro Patriarcas y profetas:
"La serpiente era en aquel entonces
uno de los seres más inteligentes y bellos de la tierra. Tenía alas, y cuando
volaba presentaba una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del
oro bruñido. Posada en las cargadas ramas del árbol prohibido, mientras comía
su delicioso fruto, cautivaba la atención y deleitaba la vista que la
contemplaba".
La lectura me ha dejado perplejo por un minuto, sobre
todo porque la imagen que nos lega esta autora, con su vívida descripción de la
serpiente edénica, apunta a Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de las
culturas mesoamericanas, jerarquizada en el panteón prehispánico. ¿Conocían los
toltecas las características de la víbora edénica antes de la maldición? Esa es
harina de otro costal.
Diez avistamientos del
unicornio
Continuemos entonces en nuestra búsqueda de críptidos bíblicos. Les
propongo examinar el inofensivo texto que encontramos en Job 39: 9 (RV, 1960). "¿Querrá el búfalo servirte a ti, o
quedar en tu pesebre?" ¿Y cuál es el conflicto de esta porción? Si nos
encadenamos a la Versión Reina-Valera, 1960, debo confesarles que ninguno, pero
si echamos mano una vez más a la Versión Antigua, entonces aflora un atractivo
dilema, aquí les va el segmento: "¿Por
ventura querrá el unicornio servirte a ti, ni quedar en tu pesebre?"
Frente a la palabra hebrea reʼém los
traductores vuelven a aventurarse con posibles significados tales como
rinoceronte, toro salvaje, uro, búfalo, e incluso, algunos afirman que el unicornio
mencionado en la Biblia pudiera estar asociado al elasmoterio, una
gigantesca bestia del Pleistoceno con un cuerno que alcanzaba los dos metros de
longitud.
Recreación del elasmoterio |
La polémica esbozada alcanza su clímax cuando nos percatamos de que Job
39: 9 no es un solitario versículo que navega a merced de los vientos en el
proceloso océano bíblico. Una búsqueda rápida en las páginas de la Versión
Antigua arrojará una decena de avistamientos más (Números 23: 22, 24: 8;
Deuteronomio 14: 5, 33:17; Job 39: 9-10, Salmos 22: 21, 29:6, 92:10, Isaías 34:
7). No vamos a desgastarnos tratando de decodificar cada uno de estos pasajes,
sin embargo me gustaría que se tomaran la molestia de ubicar el objetivo de su
microscopio sobre Deuteronomio 14: 5. Leámoslo por favor en la Versión Antigua:
"El ciervo, el corzo, el búfalo, y el cabrío salvaje, y el unicornio, y
el buey salvaje, y la cabra montés". En esta sala de taxidermia
bíblica yacen inmóviles todos los animales que le disputan el dominio al
unicornio.
Pero hay un minúsculo dato que rebota frente a mis ojos como un balón
de básquet en la mano de Lebron James, y eso me perturba. La propia Versión
Antigua, ubica un paréntesis, que he omitido con toda intención, luego de la
palabra unicornio y esclarece (rinoceronte). ¿Entonces? Para proyectar un
tímido cono de luz sobre esta sala hermética, deberíamos tomarnos tiempo para
uno de los pasos básicos del procedimiento de rutina en el modus operandi
de cualquier investigador del canon bíblico. ¿En qué contexto se encuentra
enclavado el pasaje?
La caza del unicornio, en el bestiario medieval Physiologus |
Pues a esa península queríamos llegar. Deuteronomio 14: 5 forma parte
de la relación de los animales limpios e inmundos, que descubrimos con
anterioridad en Levítico 11: 1-47. En el versículo 6 del propio libro, nos
topamos con la ley general que define la clasificación en comestibles o no de
los cuadrúpedos, y explica enfáticamente: "Y todo animal de pezuñas,
que tiene hendidura de dos uñas, y que rumiare entre los animales, ese podréis
comer". Esta "inocua" información descalifica al
rinoceronte por no tratarse de un rumiante, y nos asegura que jamás los filetes
de este animal estuvieron en el menú de las tabernas hebreas del éxodo desde
Egipto a Canaán.
Por lo tanto, la especificación aportada en esta muestra particular por
Martin Russel no procede. ¿Señor Sabelotodo me gustaría preguntarle si el
unicornio era comestible? Aunque como podrán sospechar no tengo colgando en mi
cocina un buen tasajo de unicornio, la familiaridad de esta criatura con el
caballo la convertiría de hecho en un rumiante, y en no pocas representaciones
del mitológico ser (estoy pensando en la serie de tapices flamencos La dama
y el unicornio) lo observamos con patas terminadas en pezuñas clásicas.
Ciertos eruditos opinan que los unicornios en realidad eran toros que
al ser dibujados de perfil en decoraciones y bajorrelieves como los de la
puerta de Ištar en la antigua
Babilonia, exhibían un solo cuerno, pero no vamos a invertir nuestro tiempo en
comentar estas aseveraciones. ¿Alguien tiene otra pregunta?
El Nessie y el Big Foot de la
Biblia
Yaveh señalando a Behemot y Leviatán, ilustración de William Blake para su Libro de Job |
Estoy afilándome los dientes, porque después de estas divagaciones
iniciales voy a lo que en realidad me magnetiza; dos criaturas que serían algo
así como el Nessie y el Big Foot de la Biblia: el leviatán y el
behemot. Concentremos esfuerzos en el mediático leviatán con cinco apariciones
en el Antiguo Testamento, una descripción morfológica asombrosa, y un poder de
fascinación capaz de seducir a reconocidos autores como Thomas Hobbes y Paul
Auster. En Job 41: 1-34 encontramos, lo que no solo podría estimarse como los
apuntes de un testigo presencial, sino el resumen de un experto en biología
marina.
Realizaré solo las acotaciones que me resulten inobjetables. El
capítulo 41 del libro de Job plantea convincentemente la imposibilidad de
atrapar a este monstruo, con cuerdas o anzuelos (métodos tradicionales de
pesca); de igual modo reseña que su piel no puede cortarse empleando cuchillos,
ni el arpón perforaría su cráneo, presenta escamas yuxtapuestas como escudos
trabados entre sí, su boca expele llamaradas de fuego, todas las armas son como
hojarasca en comparación con su fuerza, hace hervir como una olla el mar
profundo, y finalmente, se considera un animal exento de temor.
¿Saben qué hacen con este irrefutable inventario de argumentos algunos
traductores contemporáneos? Pues bien, llegan a la conclusión de que se trata
del cocodrilo, así sin más, el leviatán es un vulgar cocodrilo y punto. La
Traducción de la Biblia al Lenguaje Actual (2004) ni siquiera usa la palabra leviatán,
directamente embute al cocodrilo en su lugar, y problema zanjado. En Isaías 27:
1-2 (RV, 1960), el tema leviatán vuelve a la carga con
nuevos aportes: "En aquel día Jehová castigará con su
espada dura, grande y fuerte al leviatán serpiente veloz, y al leviatán
serpiente tortuosa; y matará al dragón que está en el mar. En aquel día cantad
acerca de la viña del vino rojo". Por favor que alguien me ayude a ver al caimán en este estanque. ¿Cómo
un consejo de eruditos serios y versados, pudo convertir la transliteración
hebraica liuwyathan en cocodrilo? Un
misterio más.
Leviatán, Behemot y Ziz |
Otros investigadores, con una marcada tendencia a interpretaciones
simbólicas de cuanto animal asome en las amplias superficies de los mares
bíblicos, exponen que el leviatán es sencillamente una alusión a Satanás, la
serpiente antigua que será destruida al fin de los tiempos. Para esos correctos
espiritualistas, pruebas tan convincentes como la estructura ósea de un livyatan melvillei desenterrado en las
arenas del desierto de Pisco, en Perú, significan poco menos que un mal pensamiento.
Todavía nos queda un monstruo, una fabulosa criatura que no tiene nada que
envidiarle a un vehículo blindado de la infantería.
Cautivo tras los barrotes del libro de Job, en el capítulo 40: 15-24
(RV, 1960), podemos echarle un vistazo al behemot. "He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti; hierba come como buey.
He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos, y su vigor en los músculos de su
vientre. Su cola mueve como un cedro, y los nervios de sus muslos están
entretejidos. Sus huesos son fuertes como bronce, y sus miembros como barras de
hierro. Él es el principio de los caminos de Dios (…) Se echará debajo de las
sombras, en lo oculto de las cañas y de los lugares húmedos. Los árboles
sombríos lo cubren con su sombra; los sauces del arroyo lo rodean. He aquí,
sale de madre el río, pero él no se inmuta; tranquilo está, aunque todo un
Jordán se estrelle contra su boca.
¿Lo tomará alguno cuando está vigilante, y horadará su
nariz?"
Behemot |
El nombre behemot es la transliteración de la forma plural del
sustantivo común hebreo behemah, que
habitualmente se asocia a significados como bestia, ganado o animal. ¿Qué
opinan al respecto la mayoría de los eruditos? Bueno, pues nada, afirman que es
el hipopótamo, el elefante, o el búfalo de agua, pero el hipopótamo es el que
más votos se adjudica en el casting
para interpretar al behemot. No he descubierto una manera oportuna de hacer
coincidir la cola del hipopótamo con la imagen "su cola se mueve como un
cedro", pero después de todo no soy un erudito, así que mi materia gris
debe tener más huecos que un queso suizo, y después de todo esta es también una
duda de los wikipedistas.
Me causa una
ligera perturbación el establecimiento del hipopótamo como "principio de los caminos de Dios",
pero no voy a escarbar en esas posturas. En el libro de Enoc tropiezo con el
siguiente fragmento: "Ese día se
harán salir separados dos monstruos, unos femenino y otro masculino. El
monstruo femenino se llama Leviatán y habita en el fondo del mar sobre la
fuente de las aguas. El monstruo masculino se llama Behemoth, se posa sobre su
pecho en un desierto inmenso llamado Duindaín, al oriente del jardín que
habitan los elegidos y los justos, donde mi abuelo fue tomado, el séptimo desde
Adán el primer hombre a quien el Señor de los espíritus creó".
Libro de Enoc |
Solo que el
libro de Enoc es un apócrifo, un texto desterrado del canon bíblico y por lo
tanto no es sustancia para esta sopa. ¿Es la Biblia el primer muestrario de
criaturas criptozoológicas del mundo antiguo? ¿En sus páginas subsiste el
germen de los avistamientos de monstruos que han azuzado polémicas durante
siglos? ¿Fueron los profetas los pioneros de esta ciencia, milenios antes de
que John Wall acuñara el término "criptozoología"?
Esta monografía no contiene las respuestas, ni siquiera pretende esbozarlas,
trazar meridianos y coordenadas; mi propósito ha sido apalear el avispero,
agitar el capote en los mismos belfos del toro de lidia, y a ustedes, en los
tambaleantes días del futuro, les corresponderá develar el misterio. Las
preguntas, por lo menos las mías, ya están hechas.
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