En marzo de 1936, poco antes de la Guerra Civil española, la
revista Ibérica (subtitulada “El progreso de las ciencias y de sus
aplicaciones”) publicaba un curioso artículo acerca de un animal que había
dejado de ser considerado un monstruo muy poco tiempo atrás.
Al menos para el público en general, el llamado Monstruo de
Gila (Heloderma suspectum) pasó a formar parte de esa rara fauna desconocida
que –poco a poco- comenzaba a ser cotidiana para el pequeño
círculo de españoles interesados por la divulgación científica

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