jueves, 31 de octubre de 2013

“La serpiente de mar existe”, 1904

La serpiente de mar existe” es el título de un artículo pionero en España en cuanto a rarezas animales se refiere. Fue publicado en la revista ilustrada Alrededor del Mundo, concretamente en su número 262 correspondiente al 9 de junio de 1904. Esta publicación, editada en Madrid, constituyó una fuente de lectura muy popular durante su existencia, entre 1899 y 1930.

En las páginas 360 y 361 del citado número, un redactor anónimo narra –bajo el subtítulo “Lo que dice la ciencia. Testimonios auténticos”- diversos casos de encuentros de barcos con enormes serpientes de mar. A pesar de que ha transcurrido más de un siglo desde su publicación, creemos que tanto el asunto como la exposición que se hace de los distintos casos narrados no ha perdido ni un ápice de actualidad. Más aún si recordamos los recientes casos de serpientes marinas que se han producido este verano en nuestras costas y que recogimos en Criptozoología en España aqui y aquí .

Aunque acompañamos esta entrada con las imágenes del centenario artículo, vamos a transcribirlo a continuación para facilitar su lectura:


La serpiente de mar existe.

Lo que dice la ciencia. Testimonios auténticos.


La serpiente de mar existe; el monstruo objeto de fantásticos relatos desde hace cuatrocientos años o más, es un hecho. Ahora ya no se trata de cuentos de pescadores o de viajeros aficionados a lo maravilloso; lo han visto oficiales de marina de cuya cultura y veracidad no es posible dudar; lo han perseguido y han tratado de darle caza, y la   narración del hecho viene en uno de los últimos números de una publicación tan seria y científica como el Boletín de la Sociedad Zoológica de Francia.

Los oficiales del cañonero francés Decidée son los que han visto al animal hasta ahora como mítico. El encuentro ocurrió en la bahía de Along, junto a la costa del Tonkin. En el relato enviado al almirante por el capitán del barco se dice que el monstruo era negro con manchas parecidas a las veteaduras del mármol; la cabeza, que se elevaba unos cuatro metros por encima del agua, era parecida a la de una tortuga gigantesca, y de las narices salían dos chorros de agua a manera de inmensos surtidores. El monstruo se dirigía velozmente hacia el barco, y al llegar a cierta distancia de éste, se sumergió, pasó por debajo de la quilla y reapareció por el lado opuesto.

El capitán mandó que se le hiciese una descarga de metralla, suponiendo que esto tendría más efecto que las balas de grueso calibre; pero fue imposible saber si se había hecho blanco o no, pues el animal se limitó a volver la cabeza hacia sus enemigos y luego huyó mar adentro. El cañonero le persiguió, haciéndole nuevos disparos, hasta que se puso fuera de tiro y desapareció poco a poco de la vista de todos.

Acompaña a este relato otro de un oficial del cañonero, el teniente Lagresille, que cruzando las mismas a g u a s a bordo del Avalanche, en 1898, vio, no una, sino dos serpientes marinas, tal vez macho y hembra. El oficial hizo acercar el barco; pero al llegar a unos 600 metros, los dos monstruos desaparecieron bajo el agua. Esto sucedía en el mes de julio. Unos siete meses después, el 15 de febrero de 1899, el teniente volvió a encontrar dos seres iguales, probablemente los mismos, y durante hora y media les dio caza, aunque inútilmente. Pero, por lo menos, esta vez pudo el oficial hacer algunas observaciones, de las que se deduce que las tales serpientes venían a tener unos 20 metros de longitud y eran de color gris.

Pero nadie ha visto tan de cerca al famoso gigante de los mares como la tripulación de otro barco también francés, el Bayard. La oficialidad ya no habla de caracteres que le ha parecido ver, sino que afirma concretamente que la llamada serpiente es muy semejante a una foca, aunque incomparablemente más grande; que echa agua hacia arriba, como las ballenas, aunque no en forma de chorros, sino de nubes de espuma, y que tiene una cresta a lo largo del cuello y de la espalda.

Este último carácter no es muy propio de un animal parecido a una foca; los naturalistas opinan que la tal cresta será más bien una melena como la de los leones marinos, cuyos largos pelos, apegotados en mechones por el agua, ofrecerían un aspecto engañoso. Es interesante el hecho de que todos los caracteres asignados por los marinos franceses al monstruo del mar de la China están acordes con los que un autor holandés, M. Oudemans, explica en una obra que recientemente ha publicado tratando de demostrar la existencia de la gran serpiente marina, y lo más curioso es que ninguno de los citados marinos conocía este libro.

M. Oudemans da una descripción y figuras del animal; le asigna el nombre científico de Megophias megophias, y lo coloca, no entre las serpientes, ni aun entre los reptiles, sino en la clase de los mamíferos y en el orden de los pinnípedos o focas, lo que confirma la opinión de los oficiales del Bayard.

No son del mismo parecer los sabios norteamericanos que en estos últimos tiempos se han ocupado bastante del misterioso animal. Para ellos se trata, indudablemente, de un reptil descendiente directo del gigantesco plesiosaurio del período jurásico, cuyo largo cuello, terminado por una cabeza relativamente pequeña, recuerda ciertos detalles de las descripciones hechas por los que han visto o creído ver la famosa serpiente. Otros suponen que ésta debe ser algo por el estilo de los clidastes o de los enaliosaurios, reptiles antediluvianos también, y hay quien ha querido ver la verdadera serpiente de mar en la anguila moray, pez curiosísimo de forma serpentina que hace poco se exhibía en el acuarium de Nueva York; pero lo cierto es que los argumentos de más fuerza están en pro de M. Oudemans.

Desde luego, se observa una gran analogía entre el Megophias megophias, el monstruo de la bahía de Along, y los que vieron las tripulaciones del Doedalun y del Plumper en 1848, en el Atlántico. El capitán del primer barco dice que el observado por él tenía “algo como la crin de un caballo, o más bien como manojos de algas”, y un oficial del Plumper, que vio al anima! casi en aguas de Oporto, asegura que “había en su espalda algo que parecía como una melena, y cuando se movía en el agua, flotaba a uno y otro lado”.

Este detalle, que se encuentra en muchas otras narraciones, no es propio de un reptil, y si de una foca de gran tamaño. Una particularidad del Megophias debe ser la gran longitud de su cuello, en lo cual andan acordes todos los testimonios.

Este carácter puede observarse muy bien en uno de nuestros dibujos, hecho sobre un croquis de Mr. R. J. Cringle, capitán del vapor Umfali, que el día 4 de Diciembre de 1893 encontró al monstruo al Sur de las Islas Canarias o entre el Cabo Bojador y e! Cabo Blanco.

El relato de este marino es uno de los más dignos de fe, aun cuando al principio de ser conocido dio pie para algunas burletas de las personas que se empeñan en negar todo lo que no han visto.
Alguien dijo que se trataba de un montón de algas, o de varias marsopas nadando en fila; pero a esto contesta el capitán: “Si una isla de algas puede viajar con una velocidad de 14 nudos por hora, o si una fila de marsopas puede levantarse a 15 pies sobre el agua, entonces bien, confieso que me equivoqué”.

Entre las personas que vieron distintamente este animal, había un pasajero aficionado a la fotografía; pero la impresión que el espectáculo le produjo hizo que ni se acordase de su máquina. También estaba allí un oficial que, con mayor serenidad, observó al monstruo con su anteojo y pudo ver cómo abría la boca y enseñaba los dientes; así lo hizo constar en el libro de bitácora, añadiendo que la cabeza y el cuello del animal le recordaron el aspecto de un enorme congrio.

No es, pues, preciso añadir más narraciones ni más detalles. El caso es que la existencia del enorme ser marino, hasta ahora conocido con el nombre de serpiente, está admitida por los naturalistas europeos y americanos.

Sea congrio o reptil, serpiente o foca, el animal existe, y recorre como dueño absoluto los mares de Canarias y del Asia oriental. Tengan los marinos más serenidad, procuren hacer observaciones exactas y tomar fotografías en vez de disparar inútiles cañonazos, y la gran serpiente de mar dejará muy pronto de ser un misterio.



Lo cierto es que, tras leer el artículo, parece como si poco se hubiera avanzado en el estudio de estas supuestamente desconocidas criaturas a lo largo de más de un siglo... Parece que nos encontramos casi en el punto de partida de la cuestión o que –simplemente- nos movemos en círculo en estos asuntos...


1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran aporte, es muy valioso poder retroceder en el tiempo y llegar casi a las fuentes originales de cada historia. De esta manera la información no se transforman y son más fiables y exactas con los sucesos