Francisco de la Vega Casar, el protagonista de nuestra historia, fue una persona que -desde niño- desarrolló una especial capacidad para la natación. En 1.672 fue enviado por su familia a estudiar a Las Arenas donde era frecuente verle bañándose en la ría durante horas. Un día Francisco fue arrastrado por la fuerza de la corriente del mar y no regresó. Su cuerpo no fue encontrado y se le dio por muerto.
Todo hubiera quedado reducido a un triste accidente si no fuera porque, cinco años después, unos pescadores de la bahía de Cádiz apresaron un extraño hombre con sus redes. Presentaba un aspecto corpulento, medía cerca de un metro ochenta, con la tez pálida y el cabello pelirrojo. Además, una línea de escamas muy parecidas a la de los peces le recorría el tronco y otra, igual a la anterior, por toda la espalda. Para mayor pasmo de sus captores, sus dedos estaban unidos por una especie de membrana de color pardo...
Y ya no contamos más para no restar interés a esta curiosa historia que fue recogida y divulgada por Fray Benito Jerónimo Feijoo en el volumen VI, discurso octavo, de su obra Teatro Crítico Universal, vasta colección publicada entre 1726 y 1739. Si queremos conocer el final del relato y muchos más detalles sobre la vida de este fantástico os proponemos visitar un sitio en internet que recoge la totalidad de la obra de este genial divulgador de lo insólito.
En filosofia.org podemos leer de primera mano lo que Feijoo escribió acerca del hombre-pez cántabro, además de deleitarnos con otras fascinantes historias sobre hombres marinos y otras curiosidades que fue recogiendo por toda la geografía nacional. Un buen entretenimiento para el fin de semana, seguro.
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