Tampoco tratamos aquí de plantear un debate sobre la cuestión, algo que se nos antoja poco menos que absurdo. Lo que pretendemos mostrar es que si ha habido un inicio en cuanto a los estudios de animales desconocidos, indudablemente ha tenido que existir una época anterior, una Prehistoria de la Criptozoología por así llamarlo, en la que - a pesar de no contar con investigadores que divulgaran el fenómeno de modo explícito - se producían casos espectaculares con extraños animales como protagonistas.
Y, al hilo de todo esto, tal vez hayamos dado con lo que puede ser el primer caso criptozoológico documentado que se ha producido en la historia de España. Para ello contamos como reportero en la época nada menos que al escritor y científico romano Gayo Plinio Cecilio Segundo ( 23-79 d.C ), más conocido como Plinio El Viejo. En su vasta obra Historia Naturalis - en la que agrupa todo el saber de la época en cuanto a zoología, botánica y otras ciencias en 37 tomos - menciona el caso de un pólipo que acabó con todos los peces de las pozas de Carteia, ciudad cercana a la actual San Roque, en Cádiz, donde se alojaban las fábricas de salazones de la época.
Plinio cita un relato recogido por otro naturalista romano del siglo anterior, Trebio Níger, concretamente en el Libro III de su Historia Natural, donde escribe:
Carteia |
Unas cercas protegían el lugar, pero las superaba trepando por un árbol; no se le pudo descubrir sino por la sagacidad de los perros, que lo vieron una noche cuando regresaba al mar. Despertados los guardianes, quedaron asombrados ante el espectáculo, en primer lugar por la magnitud del pulpo, que era enorme; luego porque estaba por entero untado de salmuera, despidiendo un insoportable hedor...
Hizo huir a los perros con su aliento terrible, azotándolos unas veces con los extremos de los tentáculos o golpeándolos con los fortísimos brazos, utilizados a modo de clavas. Con trabajo se lo pudo matar a fuerza de tridentes. Se mostró a Lucullus su cabeza, que tenía el tamaño de una tinaja capaz de contener quince ánforas; repitiendo las expresiones del mismo Trebius diré que sus barbas difícilmente podían abarcarse con ambos brazos y que eran nudosas como clavas, teniendo una longitud de treinta pies.
Sus ventosas eran como orzas, semejantes a un lebrillo; los dientes eran de la misma proporción. El resto del cuerpo, que fue guardado por curiosidad, pesaba setecientas libras. El mismo autor asegura que en estas playas el mar arroja también sepias y calamares de la misma magnitud.»
Plinio el Viejo |
De lo que no cabe duda es de la especial conmoción que el suceso produjo tanto entre los testigos como entre los ciudadanos que - con posterioridad - pudieron contemplar los restos de este auténtico precedente del mítico Kraken...
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