jueves, 15 de junio de 2023

¿UN OKAPI EN LA ANTIGUA PERSIA? Los caminos de la zooarqueología, de Carlos A. Font Gavira


            La Arqueología nos fascina desde siempre. Una disciplina que nos permite tocar las entrañas de las civilizaciones pasadas a través de sus restos materiales. Un ánfora, un mosaico o una herramienta, cualquier útil de la vida cotidiana o suntuaria nos permite elucubrar sobre la civilización que los construyó. La Arqueología ha sido alimentada a lo largo de los siglos con los aportes de otras disciplinas: Antropologia, Etnografía, Historia, Filosofía, Paleontología,etc Muchos testimonios arqueológicos nos suministran herramientas y pistas para conocer testimonios zoológicos del pasado. Igual que al contemplar las pinturas rupestres podemos adivinar la presencia de bisontes y osos cavernarios coetáneos de quienes dejaron estas representaciones pictóricas también la arqueología nos muestran representaciones de animales y criaturas ya extinguidas pero que convivieron con las antiguas civilizaciones.

Cabeza de un presunto okapi procedente de un relieve en
Persépolis, Irán (izq.)y cabeza real de okapi (dcha.) Montaje del autor.

            Como apunta la obra de Francisco Bernis: “A muchos de esos estudiosos les importaron poco o nada los animales, pese a que la presencia de ciertos animales en los yacimientos puede ser un dato importante para comprender el estado de desarrollo cultural, económico y técnico de la correspondiente entidad humana.” Así pues vamos a utilizar el magnífico legado arqueológico de la antigua Persia para adivinar un posible animal totalmente ajeno a ese territorio. Nada más y nada menos que vamos a intentar relacionar a la estrella de la criptozoología, el okapi, desde las ignotas selvas congoleñas hasta el corazón del poderoso imperio de Persia. ¿Será posible?

 

1.-Todo un símbolo de la fauna ignota: el okapi

 

            A principios del siglo XX, época por antonomasia del descubrimiento científico, aún se ocultaban animales y criaturas que nunca habían sido vistos por ojos occidentales. Por ejemplo, el hipopótamo era conocido desde la Antigüedad; de hecho, su nombre deriva del griego hipos, caballo, y potamós, río, “caballo de río”. El hipopótamo es un animal enorme pero tiene un pariente más modesto en tamaño que es el denominado hipopótamo pigmeo. Estos animales eran prácticamente desconocidos hasta que en 1910 el mayor Schomburgk fue el primer europeo en capturar una serie de hipopótamos pigmeos en Liberia para la casa de fieras de Hamburgo, de Carl Hagenbeck.

Perfil de un okapi. Zoológico de Lisboa. Archivo del autor.

            Algo parecido le ocurrió al animal sobre el que ha girado la veracidad de la crizptozoología como saber y cuya figura es el emblema de la Sociedad Criptozoológica Internacional: el okapi. Su descubrimiento oficial para Occidente fue en el año 1901, en la región de Ituri en la actual República Democrática del Congo. El público europeo estaba ávido de noticias y las que llegaban de ultramar enriquecían la visión de una población con niveles culturales crecientes. 

            El mundo científico de España de la época no vivía al margen de los nuevos descubrimientos zoológicos. Los periódicos, avezados en sus informaciones, ofrecían descripciones del antidiluviano animal. Por ejemplo el diario “Alrededor del mundo”, en su número del 20 de junio de 1901, ofrecía en exclusiva para sus lectores un artículo de investigación bajo el título “Otro animal prehistórico que vive todavía.”, las primeras semblanzas sobre el okapi. 

Noticia aparecida el 20 de junio de 1901 en "Alrededor del Mundo",
bajo el título de "Otro animal prehistórico que vive todavía" sobre el okapi.

             En el alborear del siglo XX, como señal prometedora de avance, un animal prehistórico acababa de ser descubierto para presentarse al mundo. Pero el grabado que presenta el diario es de lo más curioso y desconcertante. El dibujo se asemeja bastante a un okapi salvo que es presentado de forma y figura desgarbada como si ofreciese el animal una imagen grotesca. 

       El impacto del descubrimiento del okapi en Europa fue enorme. La fantasía de nuevos descubrimientos parecía flotar en el ambiente: “Y si un animal del tamaño del caballo ha podido vivir y multiplicarse durante miles de años sin que los naturalistas se hayan percatado de su existencia, ¿qué no podía pasar en el fondo de las misteriosas selvas congolesas y brasileñas o en las soledades inacabables de los océanos?”

Noticia aparecida en la prensa española
en "Alrededor del Mundo"
de 1904 sobre el descubrimiento del okapi.
            El parentesco y la relación con el extinguido Helladoterium fueron inevitables. Incluso la
presencia histórica del okapi parece atestiguada puesto que muchos han querido ver al dios egipcio Seth. Un animal “
cuyo cuerpo participa del caballo, de la cabra, de la girafa. Mide 2 metros 15 centímetros de alzada y su peso es de una tonelada.” Esto aparece en la misma publicación “Alrededor del Mundo” pero del 21 de julio de 1904: “El dios Seth, hermano y asesino de Osiris, a cuyo hijo, Horus, trató de matar también. El dios ha llegado representado en estatuas muy diversas con la cabeza estrecha, alargada, con largos labios y narices rectas. Encima de cada ojo con una pequeña protuberancia, y las orejas son estrechas, largas y derechas.” Incluso el diario se hace eco de las declaraciones de un erudito de la época, el alemán M. Wiedemann quien afirmaba que la cabeza del dios Seth es sencillamente un okapi que “fue conocido sin duda por los egipcios, si es que no vivió en Egipto y, por lo tanto, no cabe ya engañarse dada la analogía en los caracteres de la cabeza de Seth y de la del cuadrúpedo.”¿Atrevidas conjeturas o nos falta una evidencia más sólida?

 

Ejemplar disecado de un okapi en el
Museo Nacional de Ciencias Naturales
(Madrid, España).
Archivo del autor.
A partir de estos momentos, se iniciaron expediciones para capturar ejemplares para jardines zoológicos y museos. Hay que destacar que España fue de los primeros países del mundo en albergar un ejemplar de okapi, en este caso, en el Museo de Historia Natural de Madrid. Y allí sigue todavía con mirada impávida como un exotismo de una época no tan lejana. El diario “Alrededor del Mundo”, fue el primero de toda la prensa española que dio la noticia del descubrimiento del okapi y enfatizaba: “Para el profano, el okapi será siempre un animal como otro cualquiera (…) Pero en el terreno de la zoología, el descubrimiento de este mamífero tiene tanta importancia como el del radio, en el terreno de la química.” 

               


                Transcurrieron las décadas y el descubrimiento de un animal medio caballo medio jirafa en las remotas selvas centroafricanas pareció enfriarse. No así el catálogo de nuevas criaturas que compartían de hecho su hábitat selvático. Así,  en el número de “Mundo Gráfico” del 19 de septiembre de 1934, ofrecía a sus lectores un extenso y sugestivo reportaje bajo el título de “Monstruos prehistóricos que andan por el mundo". Sobre el okapi comentaba que “no es sino el primitivo heladoterium, considerado extinto desde hace miles de años y que, sin embargo, ha venido reproduciéndose tranquilamente a espaldas de los naturalistas.” El okapi había pasado de ser una leyenda a una realidad y ahora era una referencia.


2.-Los bajorrelieves de Babilonia: puerta entre la realidad y la imaginación.

 

            Ahora nos vamos a adentrar en el camino de la arqueología. Pero no nos vamos a fijar en grandes templos o fortalezas sino en los bajorrelieves y grabados que nos legaron las civilizaciones que florecerieron en Oriente Próximo y Medio. Esta zona, actualmente, está azotada por el flagelo de la guerra y su medio ambiente acusa un grave deterioro. Sin embargo, en la Antigüedad nos costará aceptar que las llanuras y marismas de Mesopotamia eran un auténtico vergel para la vida silvestre.

         Mientras los sumerios y babilonios erigían zigurats y calculaban complejos movimientos astronómicos, manadas de leones, lobos, gacelas, onagros, guepardos, ciervos, hienas,… vagaban por allí. Pero también hubo espacio para unas criaturas que vagaban entre la fina línea que separa la realidad de la imaginación. Las excavaciones del profesor alemán Robert Koldewey en la Puerta de Istar en Babilonia dejaron al descubierto una serie de bajorrelieves con la representación de un desconcertante animal. Semejante a un dragón con el cuerpo escamoso, el cuello y la cola largos, las patas anteriores como de ave y las posteriores parecidas a las de un león, con un extraño hocico de reptil y un cuerno rígido y una lengua de serpiente muy pronunciada.

            La bestia era llamada sirrush, y se dice que los sacerdotes la mantenían en una oscura cueva del templo. Pero el dragón de Babilonia, el denominado “Sirrush” o también “Mushushu” ¿realmente existió o solo en la fértil imaginación de los antiguos habitantes de Mesopotamia? Ahondemos un poco más en el lugar donde esta representación nos interroga. La célebre puerta de Isthar -una de las ocho puertas monumentales de la muralla interior de Babilonia, a través de la cual se accedía al templo de Marduk- fue construida alrededor del año 575 a.c. 

Sirrush

            Entre las representaciones animálicas de sus muros contemplamos al típico buey pero la especie de dragón que combina atributos de otros animales como patas de ave, de león, piel escamosa, lengua bífida reptiliana, cuello largo, cuernos en la cabeza, etc ¿Qué vio el artista o qué quiso representar? Aún en el caso que fuese un animal exclusivamente mitológico ha tenido que basarse el autor en algún tipo de base natural o real. El hecho de que los artistas de la época representaran animales cotidianos como el buey con otros de los que se sospecha su existencia ¿nos acerca más a su realidad o nos aleja?

           El explorador y escritor británico Wilfred Thesiger cita en su obra, “Los árabes de las Marismas” (1964), aunque de pasada, un par de criaturas reptilianas que los habitantes de las marismas del Irak aseguraban que existían. Reptiles comunes como tortugas, lagartos, serpientes,… habitaban las marismas pero Thesiger comentaba que “Como si no hubiera bastantes reptiles reales, los madan creían firmemente en dos monstruos, el anfish y el afa. Del primero se decía que tenía una piel velluda y el otro, piernas. También se decía de ambos que vivían en el corazón de las Marismas y que eran letales.” ¿Realidad o mitología? ¿Qué reptiles podrían esconderse tras esas identidades? ¿Un gran lagarto con movimientos de serpiente? El reptil con piel velluda despista la descripción.

            A voz de pronto solo recuerdo el caso de la “serpiente con pelos”, que en el caso del sur español, se acabó identificando con el meloncillo (Herpestes ichneumon), una mangosta aclimatada, desde hace siglos, al clima mediterráneo peninsular. El origen de la definición es debido a que las crías de esta mangosta caminan, una delante de la otra, en línea recta sin guardar distancia, de manera que cuando se les sorprende parece una larga línea peluda moviéndose al unísono. Puede ser una explicación un tanto forzosa muy al contrario que la del “afa” ya que una serpiente con piernas ¿qué animal es? Podemos postular al varano, género de grandes lagartos carnívoros propios de Asia y África, pues sus movimientos tienen mucho de serpiente. No obstante las “piernas” son las poderosas garras que posee así como los varanos tienen costumbres semiacuáticas, por lo que las marismas es un hábitat ideal para ellos. Respecto a su letalidad no hay más que ver como come un varano para darnos cuenta de su voracidad.

 

3.-Todos los caminos llevan a Persia

   

        Ahora tomemos impulso y alejémonos del Oriente Próximo pero no a otro territorio que albergara una gran civlización como Egipto o el Valle del Indo. Nada más y nada menos que al África Central pero no en el siglo XIX -que ya de por sí representaba exotismo y misterio- sino a la Antigüedad. ¿Cómo es posible? Según recoge Peter Kolosimo en su obra “El Planeta Incógnito” se encontraron en África Central ladrillos esmaltados del mismo tipo que los usados en la Puerta de Istar. La suposición es más que atrevida teniendo en cuenta la distancia entre ambas regiones geográficas y lo precario de las relaciones comerciales a no ser que algún conocimiento se nos escape. Kolosimo habla sobre el comercio activo entre los sumerios de Mesopotamia y las costas orientales de África (Meluj-Ja habitada por hombres negros “salmutos”)

            Schomburgk estableció relaciones directas entre el África Central y la antigua Mesopotamia. En aquellos pretéritos tiempos era difícil el establecer unas relaciones comerciales continuadas y seguras entre unas partes tan alejadas unas de otras. El que sea difícil no quiere decir que no fuese posible y, de hecho, en la soberbia Persépolis, otrora capital del Imperio Persa, hay un estructura llamada “La Puerta de las Naciones” que nos hará tambalear nuestras premisas más sólidas. 

            En este pórtico, levantado por el Rey Jerjes a mayor gloria de los persas, están representados los distintos territorios, reinos y países sojuzgados por el poder persa y al que le debían tributo. Vemos a sus habitantes ofreciendo al “Rey de Reyes” sus principales productos y riquezas. Pues bien, hay una delegación, en especial, que más que una curiosidad es un monumento a lo imposible. Se ven varios hombres de pequeña estatura, de tez negra acompañados de un funcionario persa (mucho más alto que ellos) que tributan un extraño animal a la corte persa. Los hombres representados no pueden ser más que pigmeos, habitantes por antonomasia, de la selva africana y el extraño animal, muchos postulan que es un okapi (Okapia johnstoni), un as en el mundo de la criptozoología.

Relieve de Persépolis (Irán), en la Puerta de las Naciones, donde se aprecia los tributos
procedentes de Nubia (África). Unos pigmeos ofrecen como tributo al rey de Persia ¿un okapi?

            El okapi, animal ya extraño por su apariencia, no fue descubierto hasta principios del siglo XX por los occidentales y habita solo en zonas muy determinadas de la selva ecuatorial africana, en el Congo. Si partimos de la base que son pigmeos y el animal que les acompaña es un okapi, ambos procederían del mismo territorio. ¿Qué tipo de relaciones comerciales podría haber existido entre África central y las civilizaciones de Oriente Medio? 

        Nos llama la atención que en una obra de divulgación histórica, como es “Historia de la Humanidad” de C. González, J. Martínez y S. Montero, en el tomo dedicado a los Persas e Hititas en concreto su página veintisiete, ofrece una extensa relación sobre los tipos de tributos que ofrecían las distintas satrapías del extenso Imperio Persa. De territorios tan lejanos y variados como Tracia, Egipto, Bactriana o Lidia llegaban variadas ofrendas y tributos como oro, tejidos, metales, etc... 

Citación del okapi como parte de los tributos al rey de Persia
procedentede la provincia de Nubia

            Por ejemplo la satrapía XVIII correspondiente a las tierras bañadas por el río Indo llegaban asnos, hachas y oro en polvo. O la cercana Babilonia, correspondiente al número cinco, llegaban a la corte persa vasijas, tejidos, toros y eunucos.


Cuando llega el caso de la satrapía correspondiente a Nubia, término vago que referenciaba el territorio al sur de Egipto, (la número veintitres), llegaban vasijas, colmillos de elefante, tributos de oro refinado, troncos de ébano y ¡okapis!

            Se acepta como algo normal y normalizado que la representación que aparece en Persépolis representa a un okapi. Y por deducción lógica los okapis solo podían proceder de una parte geográfica muy concreta del continente africano. Pero aunque aceptáramos tal premisa aún nos quedaría por responder cómo eran esos contactos comerciales, quiénes eran los intermediarios, por qué trasladar a unas criaturas tan tímidas y solitarias, en un ambiente tan hostil al ser humano como la selva ecuatorial africana y transportarlos a la costa del África oriental para luego embarcarlos rumbo al sur del actual Irán. ¿Cómo fue posible? Si contestáramos a una pregunta ya sabemos que nos surgen muchas más.

 

Conclusiones

 

            Podemos ir finalizando subrayando que nos faltará tiempo para que nuevas especies por descubrir aparezcan. La historia del okapi, para la ciencia occidental, es reciente pero si admitimos que algunas civilizaciones de la Antigüedad como la persa los conocían tendríamos que replantearnos muchas tesis impuestas sobre los contactos humanos y comerciales durante la Antigüedad. El planeta estaba más y mejor comunicado de lo que pensábamos. Y además, pese a nuestro pretendido dominio de la Naturaleza, el mundo alberga secretos que ponen en entredicho nuestra jactancia. Sin menospreciar ensoñaciones planetarias, nos cuidemos de averiguar qué extraños seres nos acompañan en el interminable viaje por esta tierra.

 

Bibliografía

 

KOLOSIMO, Peter. “El Planeta Incógnito.” Plaza/Janes. S.A.Editores. 1972

GONZALEZ,C.,MARTÍNEZ J. Y MONTERO,S. “Historia de la Humanidad.” Persas e Hititas. Arlanza Ediciones. 2000

BERNIS,Francisco. “Rutas de la Zooarqueología.” Editorial Complutense. La Mirada de la Ciencia.2001.

SÁNCHEZ ROMERO,Gustavo. “Sumerios. ¿Domesticadores de bestias prehistóricas?” Revista “Más Allá de la Ciencia.” Julio de 2015.


Sobre el autor

 


Carlos A.Font Gavira
 (Los Palacios, Sevilla. España. 1983). Historiador e investigador. Miembro de la Asociación Española de Africanistas (AEA) y Postgrado “Especialista Universitario en Archivística” por la UNED. Colaborador en publicaciones divulgativas de Historia como “La Aventura de la Historia”, “Historia de España y el Mundo” y “Clío”. Amante de los viajes a lugares recónditos como Etiopía, Camboya, Mongolia, Siberia, etc, en busca de historias del pasado humano y natural. Actualmente está preparando su tesis doctoral sobre el refugio de la colonia alemana del Camerún en la Guinea española durante la Primera Guerra Mundial.


Carlos A. Font en Criptozoología en  España

 

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