Queríamos empezar este 2011 recordando que el 5 de enero del año 2000 murió el último bucardo que vivía en España. Una hembra, de nombre Celia, perdió la vida al caer un árbol sobre su cabeza. Se trataba del último gran mamífero desaparecido de nuestros montes, de nuestras tierras. Desde hace once años, ningún otro ejemplar ha sido visto.
Esta subespecie de cabra montesa ibérica estaba en peligro de extinción desde principios del siglo XX debido – fundamentalmente - a la caza excesiva a la que se había visto sometida. Su rareza ( sólo existía en España, sur de Francia y noroeste de Portugal ) y el gran tamaño de la cornamenta de los machos impulsó su valor en los ambientes cinegéticos, atrayendo a cazadores de toda Europa que –rápidamente – diezmaron la población.
Originalmente, esta especie ocupaba ambas vertientes de los Pirineos, así como áreas montañosas del País Vasco, Navarra, Lérida y Gerona. Su persecución propició que su hábitat fuera cada vez más reducido lo que a su vez limitó su posible desarrollo como población viable.
La única zona donde terminó subsistiendo, en Ordesa, fue declarada Parque Nacional en agosto de 1918. Pero ni esta medida ni otras tomadas a posteriori – como su declaración como especie en peligro de extinción en 1973 o el proyecto de su posible cría en cautividad – llegaron a tiempo de impedir la extinción.
Pero el certificado de defunción del bucardo se resistía a ser firmado por completo. Las modernas técnicas de ingeniería genética parecían dar una oportunidad para la recuperación de este animal como especie.
El Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón ( CITA ) se encargó de realizar los dos intentos llevados a cabo hasta el momento para clonar al bucardo. El primero de ellos, efectuado en 2003, aprovechó material genético obtenido en 1999 de la única hembra viva para crear 285 embriones. De éstos, 58 se implantaron en cabras montesas de la población de Beceite, desarrollándose sólo dos de ellos hasta los dos meses de gestación, momento en el que se malogró el experimento.
El segundo y último intento se desarrolló también en 2003 con idéntico material como base. En esta ocasión, de los 208 embriones implantados, siete se desarrollaron y, en un caso, se consiguió una gestación completa. Así nació una cría de bucardo que vivió durante sólo siete minutos, falleciendo a causa de problemas pulmonares.
A pesar del relativo fracaso, el coautor del experimento y miembro del CITA José Folch declaraba en la web del organismo que este nacimiento “suscita esperanza para salvar especies en vías de extinción y ha aumentado la posibilidad de que un día será posible reproducir especies extinguidas hace tiempo, como el mamut o el dinosaurio. La cría era genéticamente idéntica al bucardo y –para especies extintas – la clonación es la única esperanza”.
En enero de 2010, el Gobierno de Aragón hizo público su renovado interés por reintentar la clonación de esta especie, posibilidad a la que Ecologistas en Acción y otras asociaciones conservacionistas se oponen por falta de viabilidad técnica y económica del mismo.
Tal vez el bucardo se convierta en nuestro particular tilacino, el lobo marsupial australiano también recientemente extinto ( en 1936 ) y que ha sido objeto a su vez de diferentes intentos de clonación sin éxito. A diferencia de nuestra cabra, este críptido de las antípodas ha sido visto en numerosas ocasiones en las últimas décadas, lo que le otorga una pequeña esperanza de haber sobrevivido a su trágico destino. Algo que parece no haber podido esquivar el bucardo.
Triste aniversario, sin duda, es curioso como la otra subespecie de cabra montés, Capra pyrenaica lusitanica, terminó sus días de manera similar, con una diferencia de 100 años, lo que demuestra algo, que en un siglo, hay cosas que, por desgracia, no han cambiado nada.
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