jueves, 11 de abril de 2024

Homínidos, humanos, ¡humanoides!, de Fernando J. Soto Roland

Hace pocas semanas llegó a mis manos “Homínidos, humanos, ¡humanoides!”, la última obra del historiador e investigador argentino Fernando Soto, gracias a la gentileza del propio autor y de Diego Zúñiga, el valiente editor de Coliseo Sentosa. Valientes ambos, en realidad, por escribir y publicar libros sobre el fenómeno de las criaturas extrañas, sobre criptozoología en general, en un tiempo en el que parece que solo se habla de UAP´s y que nada más interesa al lector preocupado por la otra realidad.

Debo comenzar advirtiendo al lector que se vaya a acercar a esta obra que Fernando muestra una actitud muy crítica y verdaderamente escéptica ante el fenómeno, una postura con la que me identifico en buena medida, desde luego. Soto hace spoiler de sus opiniones casi desde la primera línea, sin duda para que el lector despistado no se lleve a engaño con lo que va a encontrar a continuación.


Si alguien busca sensacionalismo o historias de monstruitos, que lo haga en otra parte. Aquí solo va a hallar crítica bien documentada. Y si esto es una fortaleza, también puede ser una pequeña debilidad: desde el principio ya sabemos cuál es el final del cuento…

Entiendo que tanto el autor como yo mismo hemos tenido una evolución similar ante lo monstruoso. Partimos, en su momento, de compartir cierta posibilidad de verdad en algunos de los casos con críptido incluido que se han producido en la historia (animados, sin duda, por un sentimiento romántico de la aventura y del conocimiento de la naturaleza) pero hemos terminado por llegar al más puro escepticismo ante estos asuntos.

He de decir que Soto se encuentra un par de escalones por encima mío en cuanto a incredulidad. Yo, maldita sea, aún creo mínimamente en cuentos de hadas, pero prometo curarme. En ese proceso estoy.

El autor
Pero vayamos a las páginas de “Homínidos, humanos, ¡humanoides!”. Con gran conocimiento de lo que escribe, profusión de datos, trabajo de campo y un estilo narrativo ameno y cargado de ironía, Fernando nos adentra en el mundo de la criptozoología desde su particular visión descreída. Realmente estamos ante una colección de textos que, en su momento y en parte, ya fueron publicados en distintos medios y que han sido recopilados y revisados para la ocasión.

No en vano, la idea editorial es lanzar varios libros más en los que se recuperan otros artículos relacionados con la criptozoología escritos por Fernando Soto, agrupándolos temáticamente. Deseando que vayan apareciendo ya, por cierto, pero demos tiempo al tiempo.

A mi parecer, y sin querer destrozar el contenido, la obra que tenemos entre manos ofrece una estructura dividida en dos partes bien diferenciadas. En la primera de ellas, Soto analiza varios casos clásicos dentro de la criptozoología, recordando el suceso, aportando una buena cantidad de datos y ofreciendo -algo muy importante- el contexto en el que se produce, haciendo una encomiable labor de antropólogo que sirve para afirmar sus posturas y conclusiones.

Así, se repasa la expedición al Himalaya realizada en 1954 en busca del yeti, los estudios sobre hominología hechos por científicos de la extinta Unión Soviética, el fraude del Iceman de Minnesota investigado por Sanderson y otros en 1967, el trabajo del español Jordi Magraner en busca del barmanu en el norte de Pakistán…

Hago aquí una parada. Reconozco que, cuando se habla de Magraner, me tocan “la fibra sensible”, como suele decirse coloquialmente. Seguramente es ese punto de romanticismo que aún conservo lo que me lleva a pensar que la historia está siendo injusta con la labor de este investigador.

Es cierto que Magraner basó parte de sus conclusiones en la –para mí- infinitalmente posible probabilidad de que el citado Iceman no fuera sino un burdo fraude creado por su exhibidor. También es justo decir que parece algo poco creíble que la simple lectura de un libro de Heuvelmans y Porshnev le llevara a abandonar su hasta entonces impecable rigor científico para acabar recorriendo inhóspitas montañas tras la pista de un homínido desconocido. Pero, la historia así nos ha sido contada.

En el otro lado de la balanza, también hay que reconocer que el método diseñado para encuestar (y posteriormente poder cualificar y cuantificar el fenómeno), además de su inmersivo trabajo de campo, han servido de guía a otros investigadores que intentan dignificar la búsqueda de respuestas, alejándose de los cazadores de monstruos y vendedores de misterios inexistentes.

Conozco, en buena parte, el pensamiento y el objetivo que animaba a Magraner en su empresa y creo que, con sus errores y aciertos, merece un mejor trato por parte de los que nos dedicamos a esto. Pero, dejémoslo aquí.

Tras este paréntesis de arrebato emocional, sigamos con el libro de Fernando. Tras la primera parte dedicada a recordar casos clásicos dentro de la Criptozoología, Soto repasa otros sucesos menos conocidos -aunque igualmente interesantes- vinculados básicamente al marco geográfico argentino que, por supuesto, conoce muy bien.

Salvo el extraño caso de la criatura supuestamente vista en Van Meter, Iowa, en 1903, el autor nos ofrece un recorrido por la parte más intrigante de la casuística de su país con homínidos o similares de por medio. Así, nos descubre algunos asuntos de menor renombre a nivel internacional como la leyenda relacionada con el Ucumar, una especie de yeti del noroeste del país, o el humanoide de Tonco, circunscrito al mismo área geográfica y cultural.


Por supuesto, no se pasa por alto la acumulación de extraños sucesos relacionados con humanoides, extraterrestres, vampiros, duendes y demás parafauna que parece acechar en lugares tan emblemáticos como Capilla del Monte,  Cerro Uritorco o en la extensa y enigmática Pampa, cargada de sucesos relacionados con ovnis, mutilaciones de ganado y supuestos plesiosaurios lacustres a los que espero ver chapotear en los próximos volúmenes dedicados al fenómeno criptozoológico que los amigos Diego y Fernando publiquen.

Como he comentado ya, las doscientas y pico páginas del libro de Fernando están plagadas de referencias a sus propias investigaciones y también a otros estudios realizados por otros, lo que enriquece el contenido de un modo exponencial. Sin embargo, a mi subjetivo parecer, durante parte de la lectura se apoya en demasía en las conclusiones del biólogo Eduardo Angulo, el típico científico encargado de denostar las teorías que no se sostienen por sí solas y que, con gran desprecio, echa por tierra la labor y creencia de otros, con los tópicos argumentos de los científicos que “miran por encima del hombro” a los que tienen una visión heterodoxa de la realidad.

Las ideas (más bien, las formas empleadas) por Angulo desde aquella chulesca entrevista publicada en el diario barcelonés La Vanguardia en 2010 tras publicar su libro “Monstruos” sobre un asunto que nunca le había interesado (ni le ha vuelto a interesar), me molestaron mucho en su momento. Lo reconozco y fue el inicio de un pequeño debate que protagonizamos en las páginas del periódico y sirvió de acicate para crear mi blog Criptozoología en España como contrapunto a este tipo de científicos. Ahora, tras años de seguir dando vueltas a lo mismo para llegar a idéntico lugar, reconozco que me molesta mucho menos. Repito: no son las ideas, son las maneras.

En este sentido, y si buscamos un referente, recomiendo vivamente la lectura de “Criptozoología”, de Rafael Alemañ, un científico valenciano (bioquímico, en este caso) interesado en el fenómeno que recoge en su obra estos asuntos y llega a la misma conclusión que Angulo con actitud ciertamente científica pero con elegancia moral. 

Una primera impresión tras leer la obra de Alemañ nos haría pensar que estamos ante un creyente pero, nada más lejos de la realidad, estamos ante un escéptico que valora, sopesa y analiza el asunto con gran precisión y que, sin darnos casi cuenta, ha denostado las fabulaciones de la cripozoología. Cuestión de clase, supongo.

En definitiva, con “Homínidos, humanos, ¡humanoides!”, estamos ante un estudio imprescindible para conocer el fenómeno que nos ocupa y el interesante universo de valores en el que se desenvuelve Fernando Soto, cargado de conocimientos, fina ironía y pasión por lo que escribe.

Una obra alejada de la hipótesis zoológica del fenómeno y enmarcada dentro de la explicación más racional posible: la hipótesis psicosocial. Con ello,  Fernando tampoco deja resquicio alguno a otra teoría que también cuenta con algunos adeptos en la actualidad, la de la solución paranormal del enigma.

Sin duda, estamos deseando leer los siguientes trabajos de Fernando Soto sobre el tema y conocer su interesante punto de vista. Es genial poder tener reunido en unos cuantos volúmenes los múltiples estudios que ha venido publicando en los últimos años.

Desde aquí, reitero mis felicitaciones tanto al autor como a Diego Zúñiga, editor de Coliseo Sentosa, por su impagable labor en pos de dar a conocer trabajos alternativos que nos ayuden a explicar la parte menos conocida de la realidad que nos envuelve.

Felicidades.




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