viernes, 26 de enero de 2018

A vueltas con la clonación. Llega el mamufante…

La noticia sobre la reciente clonación de dos macacos en China- la primera de un primate en la historia-  me ha hecho preguntarme: ¿para qué? Evidentemente, se me ocurren varias respuestas: el propio egocentrismo de los investigadores, el imparable avance de las técnicas científicas, el altruismo buscador de una vida mejorada,  oscuros (o no tanto) intereses comerciales, …

Los macacos clonados Zhong Zhong y Hua Hua, en un laboratorio de la Academia China de las Ciencias. 
Foto: AP.

Consideraciones morales aparte, sinceramente sólo veo que la clonación pueda servir para crear cerdos con seis jamones o humanos que sirvan como recipientes de órganos, tal como se especulaba en la trama de la futurista película La isla.

Nos cuentan que, gracias a estos nuevos avances, la investigación acerca del cáncer, el alzheimer y otras enfermedades podría tener un desarrollo espectacular. Tal vez. Lo interesante de esta noticia de los macacos es que, según indican los investigadores implicados, la vieja y recuperada técnica utilizada abre importantes perspectivas en muchos sentidos.

El logro se consiguió mediante un proceso conocido como transferencia nuclear de células somáticas. Es decir, se introduce el núcleo de una célula —que contiene el ADN— dentro de un óvulo al que previamente le han quitado su propio núcleo. Es decir, no se ha utilizado el método de la división de embriones, como en otras ocasiones.


Dolly
A diferencia de ésta, con la técnica utilizada por los científicos chinos se puede producir un número indefinido de clones de un único donante y no solo unas pocas copias. ¿Las posibilidades de esta peculiaridad? Infinitas criaturas genéticamente idénticas a la original a las que poder alterar en aras de lo que nos venga en gana.

Aparte de la moralidad del asunto, tengo otra pregunta: ¿nos detendremos exclusivamente en utilizar esta aportación con rigurosos y médicos fines? Lo cierto es que, con este asunto de la clonación, tengo la impresión de que nos intentan vender algo entre bohemio, ecológico y futurista: la mejora de la salud mundial, la salvación de las especies amenazadas y, lo que ya es de traca, la recuperación de especies desaparecidas. Esto último, visto desde el prisma de la (cripto) zoología, claro.

Señores científicos del mundo, por favor, investiguen para combatir enfermedades, pero sean sinceros de una vez. Cuenten al público que –aunque se lograra extraer todo el ADN necesario de  los restos congelados de un mamut, por poner el caso- lo que se obtendría nunca sería un mamut, sino un híbrido entre la elefanta (el animal receptor y gestor) y un mamut. Un mamufante, vamos ¡!

En el mundo ya hemos tenido varios precedentes de intentos de recuperar criaturas desaparecidas, como mamuts lanudos o tigres de Tasmania. Incluso en España, no nos hemos quedado atrás. El caso más famoso es el del bucardo Celia, el último ejemplar de cabra montesa ibérica, desaparecido en 2000. Tras dos intentos fallidos en 2003, el proyecto ha quedado temporalmente aparcado. Pero el interés persiste.

Clon de bucardo, muerto a los pocos minutos de su nacimiento

Sin duda, las técnicas de clonación serán cada vez más perfectas y, con el tiempo, se logrará seguramente la copia de criaturas sin fallos, libres de enfermedades propias del proceso técnico, que puedan vivir el tiempo habitual de su especie.

A riesgo de ser tachado de nosequécosa, abogo por dedicar más tiempo y dinero a la investigación en conservación de las especies que a facilitar que un laboratorio cree un mamufante o, peor aún, un individuo al que mantener vivo en un bioalmacén a la espera de que otro individuo necesite su hígado o sus riñones o sus ojos. ¿Inquietante, verdad?

Lo mismo pienso en cuanto a la recuperación de especies extintas. En algunos círculos científicos y conservacionistas existe una especie de sentimiento de deuda contraída hacia la Naturaleza, en un vano intento de recomponer lo que el hombre hubiera podido alterar con sus actos. Por favor, no influyan más, no jueguen a ser dioses, nadie se lo pide y el planeta no lo necesita.

Entre las granjas de humanos y los zoológicos de especies híbridas nos espera un futuro muy interesante… Los experimentos, con gaseosa, por favor.


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