lunes, 11 de diciembre de 2017

El yeti, ¿un oso? No, por favor…

Hace pocos días se ha presentado un nuevo estudio científico que pretende desmontar la creencia en la posible existencia del yeti. Un equipo liderado por Charlotte Lindqvist, profesora de biología en la Universidad norteamericana de Búfalo, ha analizado varias muestras de supuestos restos de la escurridiza criatura, llegando a la conclusión de que pertenecen a distintas especies de osos locales y a un perro.


El asunto ha sido tratado en la última emisión de El Secreto de La Caverna, el programa dominical dirigido y presentado por Samuel Hernández, y en el que he sido invitado a participar.  En el enlace que figura al final de esta entrada, puede escucharse la noticia y mi opinión sobre la misma, a partir del minuto 94´15”.

De las piezas que forman parte del estudio, nos interesan nueve de ellas. Se trata de piel procedente de una garra, un diente, un fragmento de fémur, heces, pelos… todo ello cedido para la ocasión por museos locales, monasterios budistas y coleccionistas particulares.

Es decir, se trata de muestras antiguas que no han sido tratadas adecuadamente para efectuar un análisis de ADN. Sencillamente porque, en el momento en el que se conservaron como pertenecientes a yetis, no podían imaginar que iban a ser estudiadas–décadas después- en un moderno laboratorio neoyorquino. Con esto lo que quiero decir es que las muestras se hallan altamente contaminadas pues, como es evidente, no ha habido una custodia segura de las mismas que pueda garantizar una conclusión definitiva sobre su análisis.

Por otro lado, la propia Lindqvist y su equipo aseguran en su estudio (cuyo contenido íntegro podemos leer en el enlace inferior) que han alterado varios de los protocolos de uso que recomiendan los fabricantes de los métodos y materiales utilizados en su análisis, adaptándolos a sus necesidades de investigación.  Es decir, la garantía de los resultados que ofrecen estas herramientas queda en entredicho al no haber sido correctamente empleados, con lo que las conclusiones a las que han llegado parecen haberse logrado forzando métodos y ensayos.

Por último, aun dando por válida la veracidad de los resultados ofrecidos para estas nueve muestras,
lo que vendría a decirse es que estas piezas –en concreto- pertenecen a osos y perros, no a ninguna especie desconocida por la Ciencia. Pero, no olvidemos que únicamente podemos referirnos a estos nueve objetos, sin poder extrapolar los resultados a la totalidad de supuestas muestras, huellas, imágenes y testimonios que –desde hace siglos- forman parte de este controvertido fenómeno.


En mi opinión, y hasta que no se demuestre lo contrario, el yeti sigue estando muy vivo…

Para saber más:



2 comentarios:

  1. Muy bien explicado, da pena comprobar como los diarios han tomado de forma sensacionalista la noticia y sin profundizar en su escasa trascendencia para el fenómeno.

    Si en un paseo por el campo recojo varios pelos sospechosos de cercas, vallas y árboles porque pienso que son de jabalí, pero luego unos análisis ADN dicen que son de perros y cérvidos ... Entonces los jabalíes no existen si aplicamos el mismo razonamiento de los periolistos que aprovecharon la noticia para burlarse del yeti.

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  2. Por favor... Esta clase de estudios, como la mayoría de los dedicados a estos temas (no sólo criptozoológicos) se hacen a sabiendas de cúales van a ser los resultados. El método científico cuenta poco.
    Y aún diré más, si los resultados no hubieran sido los que han sido, con toda probabilidad hubieran recibido muy poca o ninguna difusión. ¿Alguien se esperaba de verdad otra cosa?

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