lunes, 29 de abril de 2013

La matanza de Taco, 1979


Un día como hoy, 29 de abril del año 1979, tenía lugar uno de los sucesos relacionados con el misterio más extraños que han ocurrido en nuestro país. Mientras el fenómeno del chupacabras se extendía poco a poco por Latinoamérica, en España una serie de sucesos similares se desarrollaba de forma paralela y ajena a cuanto sucedía con su hermano americano.

Recordemos que desde los casos del bautizado en Puerto Rico como el Vampiro de Moca -en 1975- hasta el resurgir del asunto en 1994, el continente americano se había mantenido casi en calma en cuanto a ataques protagonizados por este singular chupasangre. Es como si nuestro protagonista hubiera decidido probar fortuna en otras tierras y saltar el charco para aterrizar en...  ¡las islas Canarias!


Sin temor a equivocarnos, en 1979 se produjo una oleada de extraños y violentos ataques que tuvieron como epicentro la isla de Tenerife. Sólo cuatro años después de los sucesos ocurridos en Moca y mucho antes de su difusión por parte de la prensa internacional, el chupacabras hizo acto de presencia en suelo canario.

El 29 de abril de 1979, un empleado de seguridad de una fábrica de materiales de construcción situada en Taco, Tenerife, se encuentra que –hacia las 11 de la mañana- uno de sus perros de raza pastor alemán está muerto. El animal aparece junto a un viejo coche abandonado, a más de 20 metros de donde suele estar atado y sin su collar, que parece haberle sido arrancado del cuello.

Al examinar el cadáver advierten que tiene dos orificios circulares y cauterizados en un costado por donde le han extraído el corazón y el hígado y, aparentemente, toda la sangre. El perro no presenta signo alguno de lucha o de haber sido envenenado. Los obreros no encuentran tampoco ninguna pista que pueda ofrecer alguna explicación a lo sucedido. Ni huellas, ni sangre alrededor,… nada. Y eso que, como decimos, el perro parecía estar completamente exangüe. Un atacante muy limpio… y muy extraño.

Vista de Taco
Pero lejos de poder dar carpetazo al asunto,  tan sólo cuatro días más tarde el vigilante de la empresa vuelve a encontrarse ante unos hechos casi idénticos. Otro de sus perros estaba muerto. Esta vez, el can yacía a unos treinta metros de su caseta y presentaba dos orificios perfectamente redondos en los costados, de unos tres centímetros de diámetro. A través de ellos podía evidenciarse que le habían extirpado algunos órganos internos, además de toda la sangre de su cuerpo. En esta ocasión tampoco se encontró el collar. Ambos fueron encontrados días después por agentes de policía en una zona cercana a los hechos. Aún presentaban restos de pelos de sus víctimas.

Para hacer que el caso sea aún más digno de CSI si cabe, según se desprende de las investigaciones realizadas en su momento, los dos perros atacados aparecieron empapados en agua, aunque el suelo a su alrededor estaba completamente seco. Curiosamente, aquellas noches tampoco  había llovido en la zona.
El periódico El Día publicó las declaraciones de distintos testigos. En ellas afirmaban que no se escucharon ladridos durante los ataques y que parecía como si los perros hubieran sido adormecidos con algún producto narcótico para que el autor de los hechos pudiera obrar con la más absoluta impunidad. 

Recordemos, en este punto, algunos casos americanos en los que los testimonios se refieren a la posibilidad de que el chupacabras utilice algún gas paralizante para someter a sus víctimas o que, incluso, tenga poderes telepáticos con los que tomar el control de la situación. Aunque nos parezcan hipótesis cogidas por los pelos dejémoslas, al menos, aparcadas en el lado de las posibilidades imposibles por si acaso hay que echar mano de ellas más adelante.

La oleada de sucesos inexplicables de 1979 no ha hecho más que comenzar. A mediados del mes de mayo, la Policía Local de La Laguna recibía una nueva denuncia sobre otro extraño ataque. En Guamasa, localidad situada a tan sólo 14 kilómetros al sureste de Taco, un cerdo había sido encontrado muerto con terribles mutilaciones. Sin vísceras, sin hocico, sin ojos y sin gota de sangre en su cuerpo. Al igual que sucedía con los perros de Taco, en este ataque tampoco existían rastros de sangre en el lugar de la agresión.

Pocos días después, el 18 de mayo, Muñoz Yéveres, jefe del Gabinete de Prensa de la Policía Local, ofrece una rueda de prensa en la que lanza la explicación oficial que las autoridades suelen comunicar en estas circunstancias, con la intención de tranquilizar a la ciudadanía. Unos vecinos que –por cierto- empezaban a sentir cierta preocupación por tan inusuales hechos. La hipótesis esgrimida por el portavoz, y con la que se pretendió cerrar todas las especulaciones sobre la muerte del cerdo, fue que el autor de los hechos tenía que haber sido necesariamente un hurón o una rata gigante, no lo tenían demasiado claro. La muerte de los perros, por su parte, se trató como un acto de venganza cometido por algún lugareño con problemas con los dueños de la fábrica. Cosas de vecinos, vaya…

Evidentemente, estas explicaciones no dejaron satisfecho a nadie. Incluso la alarma aumentó un grado más con las intranquilizadoras declaraciones de Antonio Sierra, delegado provincial de Salud, al afirmar que “realmente nos ha llegado a preocupar porque no tiene carácter espontáneo, sino que es un claro sacrificio de perros. No presenta aspectos sanitarios, sino fetichistas.” Mientras, los testimonios de ataques y avistamientos en toda la isla se multiplicaron. Todos los implicados en esta oscura historia, agentes del orden, dueños de los animales y curiosos en general aportaron las explicaciones más ortodoxas para estos casos: sectas satánicas, perros asilvestrados, el típico felino escapado de un zoológico, bromistas con pocos escrúpulos,… Todos creían estar en posesión de la verdad.

Pero la idea de que un raro animal estaba haciendo de las suyas en la isla cobró nuevo impulso tras ser avistado un “extraño bicho” (así se le adjetivó)  por los escolares de un colegio de Taco. Las descripciones aportadas por los niños fueron un tanto confusas y el único dato que se pudo extraer de todo este asunto fue que el ser en cuestión estaba recubierto de pelo oscuro. Lo que también resultó poco claro fue el hallazgo del cuerpo de un joven que había sido encontrado – al parecer – con  heridas similares a las que acabaron con la vida de  los animales. Nada se pudo confirmar sobre este aspecto pues el hermetismo policial hizo imposible avanzar en las indagaciones y la imaginación popular tal vez quiso ver algo siniestro donde sólo existía una muerte accidental sin mayor extrañeza.

Para terminar de rizar el rizo, la policía admitió la presencia de luces en el cielo de  la zona durante las noches en que se produjeron las matanzas, lo que levantó todo tipo de especulaciones y una expectación inusual entre los seguidores del fenómeno ovni. Ya teníamos una nueva vía de investigación y otra hipótesis que echar al saco de las posibilidades: los chupacabras eran tripulantes de naves extraterrestres o –como algunos apuntaban – más bien mascotas de los marcianos, robots biológicos a su servicio.

El perro Benito
El asunto alcanzó cotas insospechadas de excitación al producirse un nuevo caso que –además- coincidía con la observación de un objeto volante no identificado sobre Taco, referida por varios testigos independientes entre sí. En esta oportunidad la víctima es otro perro, lo que no deja de ser curioso pues - en buena parte de los casos más singulares protagonizados por  la versión canaria del chupacabras - los canes se convierten en su centro de atención. Esta característica no se produce en otras latitudes, donde los animales de granja son su objetivo casi exclusivo, no siendo tan habituales los ataques a los perros guardianes que suelen aparecer simplemente adormecidos o asustados.

Lo que hace que este nuevo caso con perro sea singular es que el animal no perdió la vida, convirtiéndose en uno de los pocos supervivientes a nivel mundial que pueden contar (si pudiera hablar, claro está) haber escapado del ataque de uno de estos seres. Benito, como así se llamaba la víctima, apareció prácticamente desangrado y con tres marcas en su costado. Se apreciaba que, a través de una de estos agujeros, habían empezado a extraer las vísceras del animal, pero algo o alguien impidió que lograran terminar su propósito. ¿Tal vez la presencia de algún humano hizo huir a la bestia? Nunca lo sabremos.

Los ataques continuaron llenando páginas de diarios y tertulias de café durante los siguientes meses, encontrándose varios animales muertos que tenían como rasgo característico la extracción de órganos
internos y la ausencia de sangre en sus cuerpos.Así sucedió en el mes de octubre, también en Taco, cuando ocho cabras aparecieron muertas en similares circunstancias. La necropsia de los animales, realizada por el Laboratorio Regional Agrario, indicaba en su informe que –en la agresión- se utilizó instrumental técnico sofisticado…

La cifra final de víctimas de este (o estos) chupacabras tinerfeños fue –finalmente - de dos perros, un cerdo, una docena de conejos, algunos patos, varios gatos y más de  quince cabras. Y un herido, Benito.
Evidentemente, algunas muertes explicables se sumaron también a esta larga lista de damnificados, aumentando la leyenda de la bestia de Taco para regocijo de los investigadores del tema y temor indisimulado de los vecinos de este barrio y alrededores. El archipiélago canario -como en tantas otras ocasiones – no deja de fascinarnos con sus historias envueltas en misterio.


6 comentarios:

BASAJAUN dijo...

Sin duda alguna la presencia de los chupacabras en españa es extrañisima, seguraqmente ablemos de el mismo animal presente en los dos conctinentes, como el zorro, vive tanto en europa como en america.

Anónimo dijo...

Esta pasando y no encuentro explicacion! Van 25 cabras muertas y un perro herido y nada. Incluso a una canra le extrajeron el chivo que todavia le quedaba un mes de parto y tambien tiene las marcas

Javier Resines dijo...

Hola, Anónimo.

¿Nos puedes ofrecer más datos sobre lo que comentas?. Nos parece muy interesante, sin duda. Si quieres puedes hacerlo de modo más privado al email del blog criptospain@yahoo.es .
Recibe un saludo.
Javier Resines

Canario dijo...

Me acuerdo perfectamente del caso, ya que yo vivía con mi familia a unos doscientos metros de donde ocurrió lo de los perros. Era una pista de tierra detrás de la fábrica de bloques. Los perros eran grandes porque los llegué a ver alguna vez. Después del suceso nadie se atrevía a salir de casa desde que se hacía de noche. Decían muchas cosas pero nadie sabía explicar quién pudo hacer tal cosa. Con el tiempo, la gente se olvidó del tema y se volvió a la normalidad.

Javier Resines dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Canario. A pesar de los años que han pasado desde entonces, muchos lo recordamos y echamos en falta una explicación. Saludos.

Unknown dijo...

Creo que bajo una nave en esa época y ellos hicieron esa masacre taco es citio de ovnis esa montaña es tenerte